Un comunicador que hizo historia


Jorge Estupiñán Munguía, decano y piedra angular en el surgimiento de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación

En su última evaluación como académico obtuvo la calificación perfecta que podrían otorgarle los estudiantes: 100; lo que no lo define como docente, pero sí representa un reconocimiento a su trabajo.

Pero Jorge Estupiñán Munguía no sólo es el docente muy bien evaluado ni el profesor con más de 35 años de servicio en la alma mater sonorense; además, es pieza clave en la creación del Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación. Una historia de éxito, de lucha, de ingenuidad, de esperanza, pero también de incertidumbre, dolor y hambre.

Hay que conocer a los estudiantes

El protagonista de esta historia es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, egresado de la Universidad de Sonora, y así lo dice, muy orgulloso. En esta carrera ahora es maestro de tiempo completo y es además el titular del espacio educativo Prácticas Profesionales de la Comunicación Organizacional y coordinador del Corporativo de Comunicación Organizacional.Cuando se enteró del resultado más reciente de la evaluación que hacen los alumnos al finalizar el semestre, dijo que le sorprendió porque aunque ha obtenido muy buenos números anteriormente, nunca había logrado el 100.

“El grupo que evaluó es como pocos, muy interesado, anteponiendo el aprendizaje a la calificación. Y uno puede tener reconocimiento de los pares, de la institución por los años de servicio, pero el más impactante es el de los alumnos, porque a final de cuentas a ellos nos debemos y que hayan reconocido de esta forma mi trabajo le da más valor.

“Las evaluaciones son una forma de retroalimentación para los profesores, no todos consultamos el resultado y debería ser parte de nuestro quehacer, porque significa que se cierra el ciclo y hay un aprendizaje mutuo”, resaltó el académico quien también cuenta con estudios de Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Al preguntarle cuál considera el reto más complicado en su labor docente señala que el inicio, pues antes de ser maestro universitario dio clases en secundaria y preparatoria a nivel comunitario, y en un centro penitenciario.

Platicó que asistió a la Escuela de Nivelación Pedagógica de Verano en Sinaloa, equivalente a la Escuela Normal, y eso dio pie a que trabajara con alumnos que en ocasiones eran rechazados por su promedio o conducta, lo que lo forjó como docente.

“Debía negociar con ellos, que para mí eso es la docencia, donde primero para poder empatizar tienes que reconocer desde dónde está operando el alumno, cuáles son sus antecedentes, entre otras cosas. Lo primero es conquistar ese espacio a través de la confianza, a través de la empatía que estableces con ellos y luego poder introducir nuevos conocimientos, eso me dio muy buenos resultados.

“Los directivos me decían cosas de ellos, pero yo prefería conocerlos; fue interesante en mi vida profesional y personal, y es donde comprendí que todos tienen un impulso, una necesidad, pero que muchas veces no se establecen las condiciones para empatizar… la empatía es fundamental”, señaló.

A pesar de que ya había estado al frente en un aula, confiesa que cuando estudiaba la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación nunca se vio ejerciendo como profesor, y no porque lo desdeñara, sino porque simplemente no pensó en desarrollarse en eso.

Cuenta que en su etapa de estudiante hizo prácticas en Radio Sonora, que se acababa de fundar, donde tuvo un “microprograma”. Revela que nunca pensó en la televisión, pero en la radio sí, para desenvolverse. También le interesaba el diseño, los infogramas y la imprenta, por ello cuando conoció al maestro Arturo Romo, quien era diseñador, le agradó mucho su clase, y más adelante recibió una invitación para trabajar con él en una imprenta.

“Para mí fue un reconocimiento muy grande que me hacía el maestro, y de inmediato dije que sí. Más adelante deja de ser imprenta y se convierte en una empresa de publicidad. Cuando íbamos hacia arriba, después de algunos percances, recibo una llamada donde me dicen que quieren hablar conmigo y me hacen la propuesta de dar clases. No pensaba dedicarme a eso, pero se fueron acomodando las cosas, y así fue como inicié en la docencia en la Universidad. Después obtuve la plaza de tiempo completo y decidí renunciar al otro trabajo”.

Con el paso de los años, Estupiñán Munguía se ha especializado en comunicación organizacional, pero más que como maestro en este eje señala que se asume como un metodólogo. Dice que inició impartiendo cursos de metodología, pero le interesó siempre la metodología aplicada, los procedimientos, por eso cuando se topa con el campo de la comunicación organizacional le entusiasma mucho, y empieza a “devorar” artículos y libros para conocer más. Revela que se fue adentrando poco a poco, muy discretamente primero, y después de manera más visible, tratando la comunicación como un problema metodológico y fundamentalmente procedimental.

Comparte que en este momento se encuentra en una etapa de definición en varios sentidos, pensando ya en la jubilación, en cerrar un ciclo y “hacer que el agua nueva fluya”, pues sabe que hay perfiles muy interesantes que merecen oportunidad de alcanzar un tiempo completo; además, buscar otras actividades, como escribir, reflexionar sobre lo que le ha tocado vivir, sobre comunicación organizacional, releer y seguir produciendo en la medida de sus posibilidades.

Además de docente es socio fundador de Estupiñán & Tena Consultores (ETC), empresa por medio de la cual ofrece capacitaciones, y espera más adelante ofrecer servicios de consultoría, porque para ello necesita tiempo y es uno de los propósitos que tiene, ya que le llama la atención aprender y aportar algo a las organizaciones.

También es miembro de la Asociación Mexicana de Investigadores y Profesionistas de Comunicación (Amipco) y está certificado en Impartición de cursos de capacitación y como evaluador por Conocer.

Cambió el telégrafo por otra forma de comunicar

Retomamos aquí un tema importante en su vida: la comunicación. Le pedimos que nos platique cómo decide dedicarse a ella y aunque parecería que el primer acercamiento fue accidental, con el paso del tiempo se da cuenta que no fue así.

“Después de hacer un par de veranos de nivelación pedagógica en Sinaloa, al regresar a Hermosillo empiezo a trabajar en el gobierno del Estado, en el Registro Federal de Causantes, pero después convocan para dar plazas a quienes estudiamos la nivelación; me dirigía por la calle Rosales a la oficina a hacer este trámite y al dar vuelta por la calle Serdán vi un edificio que no había dimensionado, había albañiles trabajando y como inquieto que soy entré.

“En ese momento sale una persona y me dice: ‘Bienvenido, ¿usted quiere inscribirse en los cursos que vamos a ofrecer? Este lugar es una universidad y seguramente tiene todo para ser un excelente psicólogo’, y me enseña un folleto. Pero le contesté que estaba equivocado, que la psicología me llamaba la atención pero no para estudiarla, y me di la vuelta.

“Después me dijo ´Jovencito, ésta sí le va a gustar’, me volteo y me dice ‘es la carrera de Comunicación’. Yo pregunté más datos, porque no supe bien de qué se trataba, y me explicó que se podía trabajar en los medios, en la televisión, pero eso no me motivó, y siguió diciendo que también podía ser periodista, escribir libros, entre otras cosas, así que tomé el folleto y le di las gracias, pero antes de irme pregunté cuánto costaba y me di cuenta que estaba fuera de mi alcance.

“Aun así me inscribo, no sé ni cómo pagué los primeros dos meses, y al tercero o cuarto ya no pude pagar, y una compañera me encuentra en los pasillos y me dice que la solución es que presente un proyecto y quizás así podría recibir una beca y eso hice. En tres días me mandan llamar, que ya estaba aprobado para empezar a operar”, contó.

En esta universidad privada se convirtió por primera vez en funcionario, fue director de Extensión Universitaria y cursó seis semestres de la licenciatura… lo que vino después es ahora parte de la historia…

¿Qué es la comunicación para usted?, se le pregunta y la respuesta es muy extensa, pero así la resumimos: empatizar, entender al otro. Coincide con lo dicho de que la comunicación más rica es aquella donde se negocia.

“De un tiempo para acá inicio todos mis cursos al momento que me llega una imagen de un telégrafo y entonces ahí comienzo a platicarles mi historia: los Estupiñán, en su origen, todos fueron telegrafistas. Por parte de mi abuelo, el apellido Estupiñán viene de Islas Canarias, mi abuelo llega con sus padres a Zacatecas y en ese momento la vía de comunicación más rápida era el telégrafo, y mi abuelo fue telegrafista, se casó con mi abuela que era de Caborca y empieza a formar a sus hijos, era un oficio que se heredaba, muy redituable, ser telegrafista era equiparable a ser médico, abogado, no sólo en lo económico, sino socialmente.

“En mi familia, mis hermanos mayores aprendieron, todos debíamos hacerlo, era como una actividad que nos iba a garantizar ingresos si no podíamos hacer otra cosa, pero yo me rehusé, los menores ya escondíamos el aparato porque no lo queríamos estudiar. Todavía anda por ahí en la casa el aparato ese.

“Pero nunca en aquel momento pensé que yo estaba cambiando el telégrafo por otra forma de comunicación, y eso me ha marcado. Pero lo descubres con el tiempo, cómo produces un sonido y en este caso un sentido. Entonces ¿qué sucede?, que a la vuelta de los años empiezas a tener una explicación más cabal de por qué hiciste lo que hiciste o por qué dejaste de hacer algo, la vida nos lleva a una situación donde se van ensamblando las piezas, el sentido se produce en buscar en el pasado, qué es lo que te hizo llegar adonde estás.

“Requieres conocer, replantear, redefinir, y después de ese momento está la docencia, que impartí en diferentes niveles, nada más me faltó primaria. Entonces eso me llena de satisfacción y me hace pensar que la comunicación es infinita, cada vez nos presenta mayores posibilidades para lo cual debemos estar preparados en nivel de sentidos, de observación, las cosas se siguen dando, simplemente no las percibimos, porque no estamos en capacidad de percibir eso que se nos presenta cotidianamente”, señala.

Con hambre de seguir

El 13 de abril se conmemora el aniversario de la creación del Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación, esta fecha es muy significativa para toda la comunidad universitaria adscrita a esta área académica: funcionarios, maestros, trabajadores, estudiantes y egresados; sin embargo, no tanto como para los protagonistas directos de su creación, de su historia, como lo es el maestro Jorge Estupiñán.

Respecto al nacimiento de la carrera, en 1982, antes de contar este importante suceso, expresa “yo siento a la Universidad como mi madre, como esa madre que se abre ante las necesidades de sus hijos”, y explica: “yo inicié mis estudios profesionales en una universidad privada, pero hubo un conflicto, porque como universidad que comenzaba tenía muchas deficiencias y algunos compañeros y yo nos rebelamos ante estas circunstancias, porque las colegiaturas aumentaban y no así la infraestructura de la carrera, yo para entonces además de estudiante era funcionario, era director de Extensión Universitaria, un área que propuse.

“Cuando se viene esta situación, mis compañeros hicieron que tomara una posición y obviamente fue la de apoyarlos y me expulsan de la universidad; después de esto empezamos negociaciones con el gobierno del estado, que tenía al frente a Samuel Ocaña García”.
Platica que fue difícil esta lucha, y que como alumnos de comunicación era irónico que para ellos los medios estuvieron cerrados y no publicaban información sobre su movimiento; sin embargo, ante una próxima visita del presidente José López Portillo, vienen de avanzada reporteros de periódicos nacionales quienes se enteran de su situación y los entrevistan.

“Teníamos la esperanza que eso cambiara la situación y así fue, se publicaron notas, y ya los medios locales y regionales empezaron a hablar del problema y eso hizo que las negociaciones fueran más ricas.

“Esto nos lleva a exigir que se abra una carrera de Comunicación, que era impensable en aquel entonces, duraron mucho las negociaciones, hacían algunas ofertas y nosotros no accedíamos, como becas en el extranjero, firmadas ante notario público, pero para nosotros la respuesta era la Universidad de Sonora”.

Jorge Estupiñán señala que no todos los alumnos vivieron el conflicto de la misma manera, pues hubo gente que consideraba que la universidad privada estaba bien; sin embargo, dice, nunca se limitaron a querer obtener algo sólo para ellos, los que estaban en lucha, sino para todos, incluyendo los que no los apoyaban.

Cuenta que este movimiento duró más de un año y que inició sin expectativas, porque no tenían respuesta, no sabían lo que iba a pasar, y que incluso se dividieron, una persona fue a Monterrey, otra a Tamaulipas, una más a Guadalajara, explorando posibilidades por si no se resolvía.

“Obviamente esto no avanzó, por eso algunos hicimos una huelga de hambre que nos desgastó bastante, pero tuvimos mucho apoyo del exterior, sobre todo de la UNAM, porque formábamos parte de la Asociación Nacional de Estudiantes de Comunicación (Aneco) y eso nos dio visibilidad, así como que los compañeros empezaron a difundir información sobre ese momento que estábamos viviendo, eso dio un giro”.

Alrededor de 70 horas fueron las que estuvo Jorge Estupiñán en huelga de hambre en la plaza Zaragoza de la ciudad de Hermosillo. Recuerda que pasadas 48 horas, el gobernador de Sonora llegó con ellos, en la madrugada, sin la luz de los reflectores, con estetocospio en mano para tomarles la presión arterial y ese tipo de gesto lo celebraron mucho en el grupo, y los marcó, fue además ahí donde se dieron cuenta que hay gente de todo tipo, y tener la fortuna de vivir este gesto fue muy interesante para ellos.

“El momento que estábamos pasando era muy difícil, pero éramos muy ingenuos, no sabíamos en lo que estábamos metiendo. Se dieron otras cosas curiosas, porque ya estaba Gobernación aquí en la ciudad, ya habían llegado los agentes el Cisen, y no me atrevería a decir que nos hicimos amigos, pero se entabló una relación de correspondencia donde prácticamente llegaron a decir apúrense, resuelvan este asunto porque viene fuerte la reacción, va a haber reacción.

“Me parece que fui parte de esa negociación, del sentir, de empatizar, de decir yo entiendo tu trabajo pero entiéndeme también a mí, y se dio esa comunicación profunda que difícilmente podrías pensar que se va a dar, dos tipos de sujetos con intereses muy diferentes pero donde siempre hubo respeto”.

“Nosotros no hicimos destrozos, pero sí fuimos obstinados, y desafortunadamente así como hubo apoyo también nos tocó recibir comentarios muy negativos, lo puedes esperar de los compañeros que no estén de acuerdo, de los maestros; no justificarlo, pero por lo menos esperarlo; pero no de autoridades y hay evidencias, está por escrito, hay notas y columnas en los periódicos”.

En el movimiento estuvieron otras personas, entre ellas Catalina Soto Cota, José Peralta Montoya, Miriam Pompa Padilla, Carlos Alfonso Bayliss Bernal, Jesús Ignacio Bernal Maldonado y Olivia Salazar, quienes lograron que se creara en esta casa de estudios, no sólo la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, también la de Psicología.

“Finalmente se abre la carrera, pero la lucha continúa porque ya adentro nos enteramos que más adelante iba a desaparecer y eso nos obliga otra vez a las negociaciones y a manifestarnos ante el gobierno con el argumento de que el problema no éramos sólo nosotros, sino que había demanda y que la única institución no estaba a la altura de las necesidades y logramos que se mantuviera, que la carrera se estableciera. Otro inconveniente fue que no había maestros, no llenaba nadie el perfil.

“Hicimos cosas que ahora digo ¿cómo hicimos eso? No puede ser. Porque nos fuimos a la Ciudad de México a conseguir maestros cuando eso no nos tocaba, fuimos a tocar puertas a la UNAM, y poco a poco las cosas se dieron y ambas carreras continuaron.

“Todo esto fue un parteaguas en la vida de quienes estuvimos en el movimiento en el que por un lado teníamos esperanzas, pero también sufrimos y luego festejamos cuando logramos esto que era algo inalcanzable para otras personas”.

También estuvo el apoyo de la familia, claro, pero no negó que también sufrieron durante este tiempo. “Mi madre vivió todo con mucho dolor, en general los padres, trataban de influir en ellos para que nosotros desistiéramos de lo que estábamos haciendo; incluso, los llamaron, tuvieron reunión con cierto nivel de autoridad y les dijeron ‘el clima está muy fuerte, no queremos que les pase nada, viene la avanzada presidencial, no deben de estar en la plaza Zaragoza’, y entonces se puso muy difícil por esa situación”.

“Fue un proceso y lo más que me deja es que lo supimos vivir y que no nos equivocamos, eso es lo más satisfactorio, esto de exigir un reconocimiento, jamás; yo normalmente no hablo de esto, lo vivimos y punto.

“No es reconocimiento lo que se requiere sino el conocimiento de la historia, es como lo que se ve en las clases, la historia de las organizaciones y a mí me parece que esta historia, más allá de los protagonistas, debiera de conocerse, es lo que podría darle un sello distintivo a la carrera. Figuras connotadas en el campo de la comunicación como Raúl Fuentes Navarro y Claudia Benassini conocen todos los detalles y ellos siempre se han expresado de la mejor manera; además, plantean que de la forma que surgen las cosas se define su trayectoria, creo que hemos sido una carrera diferente por el sólo hecho de haber nacido como nació. Si las cosas se hicieron bien, otros escribirán la historia, no nosotros”.

Este movimiento marcó su vida, definitivamente, y no sólo a él, sino a todo el grupo de personas que participó, pues algo como esto es muy fuerte y tocas fondo, señala; además de que está la incertidumbre de no saber qué les deparaba el destino, si iban a poder terminar la carrera que ya veían como suya, por tener expectativas que de la noche a la mañana desaparecieron.

Pero también está lo positivo: además del gran logro de que se abrieran las dos carreras en la Universidad de Sonora, Jorge Estupiñán menciona que como grupo se sentían muy protegidos entre ellos mismos, que ese espíritu de colectividad les daba la seguridad de que alcanzarían su meta.

“Nos protegíamos, nos queríamos, lloramos juntos, porque vivimos momentos muy intensos, entonces obvio que esos lazos continúan. Anteriormente nos veíamos cada mes, queremos regresar a eso ya que pase la pandemia. Somos hermanos, no hay de otra, nos vemos como tales”, expresó.

También como alguien muy solidario en este trascendental suceso mencionó al abogado Jorge Pesqueira, quien conoció de cerca el caso porque en el grupo de inconformes estaba una hermana suya y se dispuso a ayudarlos.

“Muchas cosas negativas se evitaron gracias a la intervención de él, permanentemente estuvo pendiente, y nunca, contrario a lo que se llegó a suponer, nos impuso una actitud, una actividad; siempre nos decía midan, tengan cuidado, tomen decisiones, pero carguen también con las consecuencias.

“Definitivamente su apoyo fue muy fuerte, no sólo a nivel jurídico, estuvo siempre a nuestro lado, incluso en la huelga, iba y estaba ahí tres, cuatro horas, platicando no sólo del movimiento, le debemos mucho, fue una pieza fundamental. Quitémoslo a él y no se hubieran dado las cosas que se dieron, todo hubiera sido completamente diferente, alguna vez no dijo que éramos muy ingenuos, y que sólo los ingenuos llegaban hasta donde nosotros habíamos llegado.

“Entonces, cómo no voy a querer a la Universidad de Sonora, claro que la amo, es parte de mi esencia, por ese cobijo que nos dio la institución como tal, más allá de las personas”.

Del cineclub a la extensión universitaria

Como funcionario fue secretario académico de la División de Ciencias Sociales en dos ocasiones y director de Extensión Universitaria por dos períodos, durante los cuales diseñó y puso en operaciones el Programa Institucional de Educación Continua de la Universidad de Sonora y el Sistema Culturest de acreditaciones culturales.

De manera externa fue vicepresidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencia de la Comunicación (Coneicc), vocal por la Región Noroeste de la Asociación Mexicana de Investigadores en Comunicación (AMIC), así como fundador y presidente del Colegio Mexicano de Gestores Culturales.

Esta otra parte de su carrera inicia, tal como lo mencionó antes, con su problema para financiar su carrera en la universidad privada, y al aprobarle ese proyecto pudo seguir como estudiante y a la vez como funcionario.

Más adelante, cuando llega a trabajar a la Universidad de Sonora también tiene esta oportunidad, pues le ofrecen dirigir Extensión Universitaria, ya con el antecedente de la otra institución, donde por las razones antes señaladas no pudo continuar.

“Esta invitación fue un halago, es algo que siempre me gustó, y considero que la principal función de la Universidad es la docencia, y en segundo lugar debe estar la extensión universitaria, porque es una forma de regresar un poco de todo lo que recibe de la sociedad”.

Cabe señalar que el primer acercamiento de Jorge Estupiñán con la máxima casa de estudios de Sonora no fue al lograr que se abriera la carrera de Ciencias de la Comunicación, fue en su etapa de bachiller, pues cursó aquí la preparatoria, con una beca que aunque escasa le sirvió mucho, dice.

“Desde entonces la empecé a querer, yo asistía al cineclub universitario, a presentaciones escénicas, de teatro, danza, plástica, y se presenta otra gran oportunidad: Jorge Morales Cano estaba en Difusión Cultural y me invita a que coordine el Cineclub Universitario, y lo hice. Empecé a darme cuenta de todo lo que era la cultura, y poco a poco fui adquiriendo sensibilidad para entender las expresiones artísticas y la cultura.

“Creo que lo que hacemos con anterioridad, no lo sabemos en su momento, pero en un futuro marca. Esas experiencias que no pensé me pudieran servir para escalar otro tipo de proyectos lo hicieron. Uno no sabe por qué las cosas suceden como suceden, y será el futuro el que te ayude a definir por qué los puntos se unieron. Pero lo más importante es la intensidad, si tienes la oportunidad de hacer algo, hazlo intensamente y eso te dará satisfacciones profesionales, personales y familiares”.

Entonces, además de la docencia, el maestro entendió que podía aportar desde otra función, y que la extensión universitaria es una función axiológica, de valores, donde la universidad se despliega y se compromete con un conjunto social más amplio, incluso con sus egresados.

El regalo de la vida

Jorge Alfredo Estupiñán Munguía nació en Ures, el 2 de agosto de 1956. Es el quinto de seis hijos que procrearon Jorge Estupiñán Sotelo y Eva Munguía Hugues, tres hombres y tres mujeres. Su padre, aunque tenía conocimiento del oficio de telegrafista, decidió dedicarse al campo.

“Toda la familia es de Sonora, mi abuelo vino de Zacatecas y como él tuvo hijos que se dedicaron al telégrafo, prácticamente todos los Estupiñán somos parientes, venimos de la misma fuente”.

Al crecer en un entorno rural, comparte que su infancia y adolescencia transcurrieron de manera tranquila en Ures, ahí estudió en la Escuela Primaria profesor Enrique Quijada y en la Escuela Secundaria General Piña. Confiesa que aunque contaban con pocos recursos, no les faltaba comida, y destacó el sentido comunitario de la gente, pues de pronto si alguien mataba un puerco invitaba a varios de la familia.

“Es el compartir, se va desarrollando en las familias el sentido comunitario y de solidaridad, y era muy fuerte, lo mismo que las bodas, invitabas a todo el pueblo. Otra cosa que recuerdo son los funerales: si moría alguien y si estaba programada una boda o una quinceañera se suspendía todo, no era si querías, era obligación en solidaridad con los familiares”.

Su padre falleció cuando él apenas tenía nueve años, mientras que su madre tuvo una vida más longeva, llegando a sumar 93 años. A petición expresa de su papá antes de morir, su hermana mayor apoyó en el sustento para que los más pequeños salieran adelante.

Y es así cuando al culminar la secundaria se traslada, junto con uno de sus hermanos, a Hermosillo, donde vivió primero con una tía y después con su hermana. A Ures, aunque aún vive ahí otra hermana ya casi no va, pero sigue conservando muy gratos recuerdos.

Jorge Estupiñán tiene tres hijos: Mariel Alejandra, Jorge Antonio y Ricardo Aarón, los dos mayores viven actualmente con él, y el menor, aunque vive con su mamá, frecuentemente lo visita o se queda en su casa.

Ninguno de ellos está relacionado con la profesión de su padre: Mariel Alejandra es licenciada en Educación y está en proceso de ingresar a la Maestría en Nuevas tecnologías aplicadas a la Educación; Jorge Antonio está por terminar la carrera de Arquitecto en la UAM Xochimilco, y el más pequeño aspira a estudiar la Licenciatura en Finanzas en la Universidad de Sonora.

“Hay algo importante y que cada vez me sorprende más de mis hijos, y es que cuentan con un capital lexical muy amplio, son muy buenos para aplicar el término correcto, en la situación adecuada, que de alguna manera podemos referirlo como habilidades de comunicación”, dijo orgulloso.

Existen muchos momentos que en la convivencia con sus hijos lo han hecho feliz, es difícil discriminar, menciona, pero algo que atesora es haber sido partícipe del nacimiento de Ricardo Aarón. “Poder estar en el parto se me hizo increíble, un regalo que yo celebro; obvio, con mis otros hijos tengo muchos detalles importantes, pero eso me impactó porque no había tenido la oportunidad de participar en los anteriores, ver al niño salir es algo mágico, es donde tú dices esto es magia pura, me llenó de mucha satisfacción”.

A sus hijos ha tratado de inculcarles el amor y el respeto entre hermanos, porque es importante que se ayuden y se apoyen, así como el respeto a la naturaleza y a la vida.

Otros valores que procura para ellos son la prudencia y la empatía por sobre todas las cosas, atributo que debe tener cualquier ser humano en cualquier contexto para construir relaciones más sanas, más productivas, y que le apuesten a la tolerancia, no para transformarse en el otro, sino para entender sus circunstancias.

Constante preparación

En el último año de la contingencia sanitaria confiesa que no ha tenido grandes problemas, que se siente feliz leyendo, escuchando música, viendo películas, aunque no dice lo mismo de sus hijos menores, quienes por ser jóvenes la pandemia les ha afectado más.

En la docencia, la situación tampoco se ha complicado mucho para él, considera que la calificación que le dio el grupo anterior valida esto. Revela que tiene casi una década usando la plataforma Moodle, como apoyo a su clase presencial, una plataforma que le servía para recibir trabajos, calificarlos en línea y devolverlos.

Confiesa que la educación en línea, aunque han tenido que aprenderse algunas cosas, tanto de parte de los profesores, como de los estudiantes, tiene ventajas, y que si no se domina todo puede comenzarse con una sola cosa y después otra, hasta alcanzar las metas deseadas.

Este último año también le ha servido para pasar más tiempo con sus hijos, pero sobre todo para tomar aún más cursos, lo que considera su principal afición; menciona que, sacando cuentas, ha concluido 47 recientemente, en distintas plataformas, y no sólo de temas de comunicación sino de otros que también son de su interés.

Por su afición de capacitarse constantemente considera que ninguno de sus cursos es igual, no sólo por este nuevo conocimiento, sino porque además cada grupo es diferente y esas variables influyen en el aprendizaje, y por ello se debe estar siempre preparado para los problemas que pueden existir.

“La docencia para mí es una artesanía, porque no se hace en serie, tienes que tratar a cada alumno de manera diferente, pues las necesidades son diferentes”, considera Jorge Estupiñán.

El personaje de esta historia es una persona reservada, tímida a veces, que ocupa mucho de su tiempo en entender el mundo, entenderse a sí mismo, entender a los otros, quien incluso se considera más emocional que racional.

Su sapiencia, su pasión para hacer las cosas, su generosidad para compartir conocimiento, para hacer equipo, así como su productividad y empatía han dejado huella como maestro de excelencia en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, programa educativo que gracias a él y otro puñado de jóvenes ingenuos y atrevidos pudo abrir sus puertas en esta casa de estudios hace 39 años…

 

Por: Aleyda Gutiérrez Guerrero