Todo es literatura: Josefina de Ávila Cervantes

Aleyda Gutiérrez Guerrero

“Quien vive de acuerdo con sus aspiraciones personales, cree que lo que hace es lo mejor del mundo; por eso, yo pienso que la literatura se apropia de todo y es la mejor de las prácticas, pero a sabiendas de que todas son necesarias y de que todas, si uno las ama y las practica, son lo mejor.

“No creo en la superioridad ni de la ciencia sobre las humanidades ni de las humanidades sobre la ciencia, se complementan. Todo conocimiento se complementa con otro, nada hay superior en calidad ni en práctica ni en nada”, opina la maestra emérita de la Universidad de Sonora, Josefina de Ávila Cervantes.

Piensa que en cualquier profesión la dicha es realizarse y, en su caso, lo hizo a través de la literatura y en especial en la docencia, que considera además una de las grandes satisfacciones que le ha dado la vida y de alguna manera la sigue practicando hasta la fecha.

Sus padres la hicieron literata

Nació el 18 de marzo de 1935, en San Luis Potosí; dice que su madre tuvo 11 hijos y ella es la penúltima de los ocho que sobrevivieron.

Indica que siempre fueron pobres, pero nunca les faltó de comer. Su padre no estudió ni se capacitó en nada. Fue revolucionario y salió perseguido, pero los mantuvo como pudo, hasta jugando ajedrez en un club de la ciudad.

La devoción y el amor a sus padres Alejandrino de Ávila Rangel y María del Refugio S. Cervantes queda evidenciado cuando destaca que ellos fueron sus primeros maestros y que, hasta la fecha, nadie los ha superado.

“Tuve unos padres extraordinarios, jamás los vi pelear entre ellos, ni siquiera discutir; cuando tenían un desacuerdo, mi madre le decía este verso: ‘Te equivocas, fresco y fragante capullo, yo quebrantaré tu orgullo, como el minero las rocas’, y mi padre se quedaba calladito y ahí acababa todo. Y cuando era al revés, que mi madre era la que se equivocaba, mi papá hacía exactamente lo mismo”, y evoca nuevamente el verso de Julio Flórez, del poema El Reto.

Recuerda que desde niña hasta un zancudo la despierta y, por ello, en las noches los oía que platicaban del trabajo, de sus hermanos, entre muchas otras cosas.

“Mi madre le decía, ‘repris’, por reprieto, mi padre era moreno, pero moreno tostado por el sol… era chino, trompudito y yo, pues no se diga. Él tenía mucho sentido del humor y me dijo: hija ¿qué vas a hacer tú con esa boca?, tus hermanos son trompudos, pero con el bigote la van a disimular, pero tú, hija…”, comparte.

A sus casi 88 años, la maestra señala que tuvo una niñez feliz y que disfrutaba mucho de las vacaciones de verano porque las pasaba en una huerta que tenía su papá, donde en cuatro hectáreas podía deleitarse la vista y el paladar con lo que ahí se producía: flores, frutas y verduras.

Cuenta que su madre era una charladora extraordinaria y que recordaba para ellos su época de juventud en Oaxaca, de donde era originaria y donde la conoció su padre; entre las cosas que también les platicaba, dice, están las experiencias de cuando trabajó en una tienda departamental.

“Entre mi padre y mi madre me hicieron literata, termino yo estudiando letras porque mi madre me hizo gustar de la poesía… si usted la hubiera visto con aquellos ojos brillantes y su sonrisa, acordándose de su juventud y diciendo poemas.

“Ella mandó a hacer un libro que se llamaba Las violetas, porque era su flor preferida y le puso sus iniciales, lo tengo todavía. Y ahí le escribió un poema a mi padre, que yo he sido incapaz de escribir con esa claridad, uno solo, se llama: ‘Al Prieto’”.

Comparte que el carácter que le forjó su padre ha sido fundamental en su vida, e incluso admite que era más feliz en su casa que en la escuela donde se aburría y hasta llegó a odiarla. “La escuela no me estimuló, pero absolutamente nada, no me interesaba lo que ahí sucedía, me buscaron por todos los lados los pobres maestros, yo fui una chica rebelde en la primaria.

“Fui brava siempre. Cuando era niña y me sentía impotente porque no podía expresarme, mi padre aprovechó para enseñarme a discutir y a responder… Llegó a decirme que las lágrimas no resuelven nada, me estimuló siempre, me ayudó liberar el miedo, nunca me regañó ni me pegó”.

La estrategia de su padre para hacerla estudiar fue con una lección de economía, le dijo que como él no era rico ella debía entonces hacer algo y le propuso la costura, a sabiendas que no le gustaba, pero aceptó, y al no poder vender el mantel de cuadrillé que había hecho, terminó frustrada y se lo regaló a su madre.

Después de eso siguió estudiando…

Facultad de Humanidades

En el año 1955 ingresó a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, a la Facultad de Humanidades y a la de Derecho al mismo tiempo. Platica que en la mañana estudiaba Derecho y en la tarde la carrera de Letras.

“Mi padre estaba muy enfermo, falleció en el 59, justo lo que duró mi carrera, y murió creyendo que yo iba a ser abogada. Yo estudié Derecho por él, porque un día comentó: ‘ya tenemos al médico, ¿quién irá a estudiar Derecho para que tengamos también un abogado en la familia?, y volteó a verme a mí”, cuenta.

Recuerda que la facultad fue fundada por el doctor Manuel Nava, un humanista extraordinario, y ella, que tenía poco de egresar de la preparatoria, compartía el aula con quienes habían sido sus maestros, porque dicha facultad se creó para que los docentes aprendieran a dar clases.

Revela que, para ella —que quería ser escritora—, fue una desilusión que le dijeran que iba a ser maestra.

“Fue el propio doctor Nava quien me dice en el segundo año de estudiar Letras, ‘vas a ser maestra de literatura’, buscó a un maestro para la preparatoria, ninguno de los otros que habían estudiado para ello aceptó el rol y me llamaron a mí que era la más joven de todos”.

Hace memoria de cómo fue ser estudiante en esa época y dice que vivió anécdotas preciosas con sus maestros de la Universidad Nacional Autónoma de México que iban a San Luis Potosí en las vacaciones de invierno y en sus años sabáticos.

Cuenta que, en la clase de Fonética, su maestro Amancio Bolaño e Isla les puso un examen que implicaba leer en voz alta un poema, y cuando toca su turno, el profesor le preguntó quién le enseñó a impostar la voz.

“¡Ah!, dije yo, así se llama, y me quedo sorprendida porque de momento no lo sabía, y respondí que mi mamá. Ahí aprendí que fue ella la que me había enseñado, porque ella la impostaba, la cambiaba al decir los versos”, reconoce.

La facultad, deduce, existió exactamente para que ella fuera la única egresada. “Yo presumo que la pusieron para mí, lo deduzco porque los senadores y gobernadores del estado odiaban a los reaccionarios, como en todo México en esa época, y un reaccionario fue el que fundó la Facultad de Humanidades y tuvo un éxito total en los años que duró (1955-1962), y eso les incomodó tremendamente.

“Yo me terminé titulando, o revalidando mi título en la UNAM, porque todos mis maestros habían sido de allá, y digo que soy la única egresada, porque todos los demás ya eran profesores”.

Educada para ser libre

Josefina de Ávila señala que llegaron a decirle que era una mujer liberada, con lo que no coincide, porque resalta que se liberan las personas que son dependientes y ella nunca lo fue, pues en su casa fue educada para ser libre.

“Yo ni feminista he sido, porque no lo he necesitado, yo jamás pertenecí a ese grupo”, resalta la académica que además asegura que ha tenido grandes experiencias y apoyo de los hombres a lo largo de su vida, por eso no tiene nada contra ellos, al contrario, indica, “los adoro”.

Pero sí aclara que rechazó varias propuestas de matrimonio porque todas eran para ayudar a su pareja, no para que la ayudaran a ella en su crecimiento, porque no lo necesitaba si se casaban, ya que iban a mantenerla. “Así se fueron todos los novios que me pretendieron”, explica.

La maestra resalta que otra de las gratas experiencias en la escuela de Letras fue conocer el primer año al director de la Alianza Francesa, quien también impartió clases, él la invitó a ir a París, algo que veía lejano por la situación económica, pero obtuvo una beca gracias a su buen promedio ya que se preparó con tiempo y estudió un año en La Sorbona.

Viene a Sonora

Tras realizar sus estudios, Josefina de Ávila colaboró con el Instituto Nacional de Pedagogía como investigadora interesada en el fenómeno educativo y fue docente y coordinadora de la carrera de Letras de la Universidad Labastida en Monterrey.

Llegó a Sonora en 1968 a forma parte de la planta docente de la Escuela de Altos Estudios, hoy Departamento de Letras y Lingüística.

“A mí me invitan a formar maestros para la propia carrera de aquí de Sonora… Mis mejores años de adulta fueron aquí, dando clase, porque los alumnos me estimulaban. Yo venía de trabajar en el Instituto Nacional de Pedagogía, y venía como investigadora en el grupo de evaluación del propio instituto; venía con la experiencia de la Universidad de Monterrey y de la Universidad mía, porque trabajé siete años en la preparatoria de la Autónoma Potosina y nunca me había sentido tan escuchada y con tanta atención, porque esa capacidad de atender que han tenido los sonorenses y hasta la fecha no la tuve antes, por eso yo estoy fascinada con Sonora.

“Y me preguntaba por qué tuve éxito dando clases, por qué los alumnos me oían con aquella devoción, fue quizás porque lo primero que yo les aclaré que no les iba a pedir nada de memoria, porque la memoria está en la biblioteca con todos los libros.

“También les dije, ‘no voy a pasar lista, nunca paso lista, si ustedes tienen ganas de venir a la clase y a escuchar, vengan, si tienen otra cosa mejor que hacer, háganla, jamás vengan a la fuerza. Ya eso resuelve 50% a favor de ustedes y 50% a mi favor’.

“Y como tercer punto les señalé, ‘si ustedes descubren con sus clases que no les gusta leer y no les gusta escribir, váyanse, porque no es necesario que se les repruebe en un curso porque no les gusta, al que no le gusta no lo hace, entonces, más vale un taxista feliz, más vale un taquero feliz, que un literato frustrado”, argumenta.

A los 33

Josefina de Ávila recuerda que la Universidad de Sonora la recibió en una época de cambio, pues acababa de pasar la ola verde, Faustino Félix llegó al gobierno del estado, y estaban los alumnos con la impresión del ejército que había entrado al campus…

“Estaban todos impresionados y empiezo yo a hablar —porque yo no sabía nada de eso, lo supe después— y se empiezan a acomodar, a verme y terminan todos escuchándome con una devoción que me impactó, después me la expliqué.

“llegué a un cuarto alquilado, que me habían arreglado de parte de la Universidad, y no dormí esa noche preguntándome, ‘¿qué voy a hacer, ¿qué estoy haciendo?’, por primera vez en mi carrera me pregunté ‘¿y si me equivoco, ¿si no hago las cosas bien, qué va a pasar?’. A partir de ahí no saben qué preocupada me di de todo lo que decía, cómo lo decía y, sobre todo, cómo lo hacía, fue una responsabilidad que jamás había sentido.

“Se acababan ya mis recuerdos juveniles. Yo llegué aquí de 33 años, en 1968, y hasta el número de años me impresionó: los 33”, comparte.

La maestra resalta que en su estancia en la universidad su máximo orgullo fue titular a sus alumnos, porque cada titulación era para ella una satisfacción muy grande, pues le demostraba que la orientación dio resultado.

Vinculada con Emiliana

Actualmente participa en la organización de la celebración del 75 aniversario del Museo y Biblioteca, donde, a propósito de la Academia de Música, hablará de Emiliana de Zubeldía.

Indica que se sumó con mucho gusto hace algunos años al libro biográfico de Emiliana de Zubeldía, al que la invitó a participar Imelda Moya Camarena y por el que dejó otros proyectos personales de creación, porque le interesó mucho formar parte en esta biografía que se presentó en 2019, donde además están como coautores el pianista Jesús David Camalich Landavazo, también exalumno de la maestra Zubeldía en el área de piano, y Marina Ruiz García.

“Ahí seguí yo en cierto modo en el magisterio, porque me tocó David Camalich, que ahora es doctor, pero lo conocí yo siendo un chamaco, como alumno de Emiliana, y con él, tuve una relación de maestra alumno, sin ser mi alumno, pero él ya tenía el magisterio de Emiliana, por eso cuando me conoce, adoptó la actitud exacta que tenía con ella, se mostró como alumno y yo lo seguí y fui su maestra.

Josefina de Ávila, quien también participó en la organización del Festival Emiliana de Zubeldía e Inda, realizado del 4 al 6 de diciembre, con motivo del 134 nacimiento de la maestra, recuerda una frase que ella decía: “todo es música hasta el silencio”, y en referencia a eso ha acuñado una frase propia: “todo es literatura”.

Recupera la alegría

Durante la entrevista realizada en su domicilio, ubicado en la colonia Arcoiris, Josefina revela: “Yo vine a morirme a Sonora, porque descubrí cuando vine a la presentación de la biografía de Emiliana de Zubeldía los beneficios de estar al nivel del mar.

“Cuando muere mi hermana en San Luis Potosí, yo me deprimí mucho y me vine muy desolada. Nunca me imaginé la sorpresa que me iba yo a llevar…Y supero mi depresión, duré un año y medio sin decir que aquí estaba, porque yo me sentía tan mal que no quería ni ver a nadie, pero el nivel del mar me ayudó a sentirme bien, y empiezan a hablarme mis alumnos de lo que están haciendo y me dio mucho gusto y recupero mi alegría…”

Después de varios años fuera, indica que su regreso al estado en 2021, al año de haber muerto su hermana, además de lo anteriormente expuesto, también se debió a que en su natal San Luis Potosí no encontró ningún eco, sino al contrario, rechazo.

“Entonces dije no, ya no estoy en edad de conquistar a nadie, de conquistar público ni nada”, dijo en relación a algunas malas experiencias.

“Pero yo no me doy por agredida, por eso no tengo enemigos, me quieren agredir y allá ellos, yo no agredo a nadie; eso sí, soy muy cuidadosa, porque mi lengua es afilada, y cuando se afila doy puñaladas que atraviesan, por eso me cuido mucho”, admite.

Cálido recibimiento

Revela que sigue vinculada de alguna manera con la Universidad a través de sus exalumnos, quienes la han buscado a su regreso a la ciudad de Hermosillo.

Mencionó a Lucía Ordóñez, quien junto con el alumno Leonardo Terán, la apoyaron para publicar su libro Geografía amorosa.

De este cálido recibimiento destaca a Sofía Yolanda Rayas, responsable de la Biblioteca Fernando Pesqueira, de la Universidad de Sonora, con quien se ha sumado a algunos proyectos, como el recientemente conformado colectivo “Caminando con la cultura”, al que se unió junto con otros personajes de la cultura, la literatura, la historia, la educación y la ciencia de Sonora, con el objetivo de desarrollar actividades culturales en el estado desde cada una de sus experiencias sólidas y conjuntar esfuerzos para brindar beneficios para la comunidad en general.

“Mi pasión por la literatura sigue intacta, y activa en nuevos proyectos gracias a la recepción de los hoy colegas universitarios de varias especialidades, con los que hemos conformado un grupo de profesionales para dar apoyos de solidaridad social”, indicó.

Cabe señalar que la Unison, a través de Sistema Institucional Bibliotecario, dentro del 11 Encuentro de Lectores y Escritores, en mayo de 2022, rindió homenaje a Josefina de Ávila Cervantes.

“Me invita Yolanda a participar en sus programas de lecto escritura, y me quedo sorprendida de que me reciben con un entusiasmo y se vienen los de Navojoa, a oírme y a verme y francamente son muy generosos los sonorenses, yo puedo creer que fui buena maestra, pero así como ellos me ven, no.

“Yo sigo estando a las órdenes de Sonora, quiero a Sonora, muchísimo…y yo llegué no a proponerles nada nuevo, estoy colaborando con lo que encontré que están haciendo, si les puedo ayudar por qué no, encantada, pero el mérito es de ellos”, dice la maestra.

Confiesa que ojalá lo que le han dicho sea cierto, porque han sido maravillas que ella no ve de su persona. “Yo como todos los seres humanos tengo mi lado oscuro, he sido muy impaciente, pero no voy a hablar de mis defectos, sería una tontería.

“Y viéndolos tan activos, tuve que decirles lo que yo veo como realidad, se los dije, por muchos años, mientras estuve acá: Sonora es muy creativa. Ustedes los sonorenses tienen un talento natural, general. En San Luis Potosí destacamos uno que otro, aquí, todos hacen cosas. Así que reitero mi admiración con los sonorenses y estoy feliz de estar aquí, este 2023 cumplí 88 años y me siento rebien.

“Teresita Alessi recordó cómo las esperé a la entrada del salón y qué ropa llevaba, eso me ha conmovido. Ella me dijo, ‘es que tú nos impactaste Josefina’ y ahora por ellas estoy enrolada en todo lo que están haciendo, todas me buscan, especialmente las mujeres, y mis alumnos de Navojoa, porque el grupo de los que están en Navojoa fueron de mis primeros titulados. Yo titulé alrededor de 60 alumnos de la carrera”.

Señala que dentro de su trayectoria académica algunos alumnos suyos se fueron porque no compartían su manera de enseñar; otros, hacían lo contrario de lo que ella proponía y se los aceptó, y otros “nomás no tenían talento para lo literario, pero no me creyeron que podían hacer otra cosa mejor.

“Pero siguen teniendo la misma capacidad de atención, la misma creatividad, algunos dicen ‘es que a usted le debemos…’ y les digo: ‘es que ustedes lo recibieron, somos los dos’. Eso es lo que yo quiero que se comprenda, ningún maestro hace nada si no hay un alumno que escuche. Lo que puede hacer son monólogos. Y eso es para el teatro…

Yo no me siento poeta…

La maestra Josefina vive con su gatita Blanquita, que es del color que hace honor a su nombre, y a decir de su dueña, tiene los ojos verdes más hermosos que ha visto en su vida, detalle que no pudimos comprobar, porque al vernos llegar la felina huyó por la ventana de la cocina.

Como es de esperarse, también comparte su hogar con una gran cantidad de libros, que ha ubicado en el pasillo y en una habitación que funge como estudio y biblioteca, donde los estantes también muestran su extensa colección de discos compactos de Maria Callas.

Un deleite fue que tomara su libro Claroscuros y leyera, con su bien impostada voz, uno de sus poemas.

Su estudio también cuenta con fotografías de Sor Juana Inés, la primera poeta que admiró y amó, y a quien considera una mujer extraordinaria.

En referencia a ella, platica que en su juventud intentó entrar a un convento, porque le “llegaron” los escritores místicos, incluido Miguel de Unamuno, “de una religiosidad impecable”. Pero desistió de ingresar, porque no encontró el convento adecuado, aunado a que una prima de la orden de las Carmelitas le sugirió que lo pensara muy bien. “No me dijo nada más, pero con eso que me dijo, y cómo me lo dijo, bastó”.

Entre sus publicaciones tiene, además de Claroscuros, que se editó en 1996, otro libro de poemas llamado Geografía amorosa, que escribió a su llegada a Hermosillo y lanzó recientemente, el cual, revela, le modificó totalmente la pandemia.

“Yo no me siento poeta, poeta es quien dedica su vida a la poesía, en mí esos dos libros han sido circunstanciales, yo me considero más maestra que poeta, es decir, toda mi actitud es de ayudar a comprender más, de orientación humana hacia la vida, no hacia la literatura. Eso es lo que yo he aprendido de la literatura, pura vida.

“Yo leo ahora mismo un libro y me interesa si es pura vida, si es historia, si está en referencia a lo humano… siempre he sido selectiva, siempre.

“Hay veces que me atrae un libro por su título, a veces por el tema, a veces me atrae porque ya conozco al autor, hay muchas razones, pero soy selectiva.

“Siempre he preferido los libros a la televisión, porque con el libro hay diálogo y con la televisión no, todo está dado, no puede uno intervenir para modificar nada, y acá te regresas, le sigues, lo dejas, lo reflexionas, lo vuelves a tomar, es un trato completamente diferente”.

Perfil

En su formación académica Josefina de Ávila Cervantes, cursó la Licenciatura y Maestría en Lengua y Literatura Españolas la Universidad de San Luis Potosí, así como el Doctorado en la Universidad Autónoma de México en Lengua y Literatura españolas.

En el campo de la investigación fue coordinadora del proyecto Historia Social de la Literatura Sonorense. Es autora de ensayos filosóficos, reseñas y expositora de un sinnúmero de charlas a agrupaciones e individuos.

La también maestra fundadora del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Unison (Staus) publicó en 1993 su libro “La literatura como ciencia social” y en 1995 el H. Colegio Académico de la Universidad de Sonora le otorgó la distinción de Maestra Emérita en el campo de las Literaturas Hispánicas y las Humanidades.

En el mes de noviembre, la escritora y docente con 40 años de trayectoria en la Escuela de Altos Estudios, ahora Departamento de Letras y Lingüística, recibió homenaje en la Feria del Libro Sonora 2022, ceremonia en la que estuvo acompañada por cuatro de sus exalumnas y compañeras del Club de Lectura “Inés Arredondo”: Lucía Ordóñez, Inés Martínez de Castro, María del Carmen Alonso y Alba Frock.