Teresita Alessi. Comparte su interés y aporte en estudios de la lengua

Desde hace 50 años, en la Universidad de Sonora ha habido una Teresita para cada generación en el área de idiomas y de las letras y la lingüística. Mientras las hojas del calendario fueron cayendo lentamente, su presencia se fue agigantando, al grado de habitar varios corazones que un día ocuparon un espacio en las aulas donde la maestra les ofreció no sólo una clase, sino toda una enseñanza de vida.

Por: Aleyda Gutiérrez Guerrero

Su nombre es sinónimo de dulzura, amabilidad, dedicación y responsabilidad: quienes la recuerdan como su profesora desde la década del 70 coinciden en que más allá de la docente que nunca ha dejado solos a sus alumnos hay una mujer forjada con ese material intangible que garantiza la inmortalidad.

Su carrera como docente inició en la enseñanza de idiomas y culminó con la lingüística. Ahora se retira porque en cierta forma está consciente que hay gente preparada para impartir los cursos que ella encabezaba: María Teresa Alessi Molina estuvo adscrita al Departamento de Letras y Lingüística. Se jubiló recientemente tras recibir en mayo del año 2019, en la Ceremonia del Día del Maestro, un reconocimiento por 50 años de servicio a la institución.

En esa ceremonia especial expresó: “Son muchos años de trabajo en un largo tiempo que me ha sido muy satisfactorios”. Sostuvo también que le está muy agradecida a la Universidad de Sonora por haberle permitido contribuir para fortalecer su desarrollo académico, y la calificó como la mejor institución de enseñanza superior en el noroeste del país.

Aprendió y compartió mucho

Tiene un extenso currículum en el que destacan sus estudios de Licenciatura en Letras (Lengua y Literatura), de Maestría en Lingüística Hispánica, en la Universidad Autónoma de México; de Doctorado en Lingüística Hispánica, en El Colegio de México; títulos de posgrado en Master in Arts y PHD in Philosophy del Programa Language, Reading and Culture del College of Education de la Universidad de Arizona.

Su hoja de vida revela la gran cantidad de impartición de cursos, diseño de exámenes en los que participó, así como las distintas comisiones: diseño de planes de estudio para la licenciatura en Lingüística, principalmente, licenciatura en Enseñanza del Inglés, Especialidad en Enseñanza del Español y algunos diplomados, así como  responsable de Prácticas Profesionales de la Licenciatura en Lingüística.

Están además la organización de eventos académicos, proyectos de investigación, ponencias, asesoría a estudiantes, proyectos de servicio social y tutorías, tutorado académico en posgrado, como directora de tesis, participación en distintas publicaciones, impartición de conferencias y proyectos de vinculación.

En la docencia resalta su contratación como Maestra de Tiempo Completo de la Licenciatura en Literaturas Españolas, en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de Sonora de 1977 a 1979, y como Maestra de Tiempo Completo de la Licenciatura en Lingüística del Departamento de Humanidades, de 1981 a 2019.

Ofreció, además, cursos de italiano en esta casa de estudios a medida que éstos fueron cambiando de adscripción: primero en la Escuela de Idiomas, de Altos Estudios; en el Departamento de Idiomas de la Universidad de Sonora, en la Academia de Idiomas del Departamento de Humanidades y en el ahora Departamento de Lenguas Extranjeras y en el Instituto de Cultura Superior de Hermosillo.

Asimismo, impartió francés en la alma mater y en la Alianza Franco-Mexicana de Hermosillo. Y además de ser académica de distintas asignaturas en la Universidad de Sonora lo fue de algunas otras instituciones de educación locales.

Como parte de su formación académica vivió un tiempo en la Ciudad de México y en Tucson, Arizona, y por interés personal y para conocer más la lengua nativa de su padre también viajó a Italia, donde convivió con familiares y aprovechó este tiempo para reforzar su nivel del idioma.

Propuesta que perfiló su destino

Su contacto con esta casa de estudios fue a temprana edad, porque cursó en ella la secundaria, y en ese tiempo comenzó clases de danza con la maestra Martha Bracho en los talleres de artes de la institución.

Al concluir esta etapa escolar se trasladó a Tucson, Arizona, donde tomó clases de inglés y francés; después de tres años volvió a Hermosillo, retomó la danza y se inscribió además en artes plásticas, pero se enteró que se estaba ofreciendo la Licenciatura en Letras, en la Escuela de Altos Estudios, lo cual causó interés en ella y enfocó sus energías en lograr ingresar.

Hizo lo propio: solicitó su ingreso en la preparatoria; previamente ya se había inscrito también en los cursos de italiano que se ofrecían, porque quiso conocer más la lengua de su padre, un inmigrante italiano que llegó a Sonora para quedarse.

Al hacer esto no estaba consciente de que le cambiaría la vida y la llevaría a comenzar su trayectoria docente en la Universidad.

 “Antes de solicitar ingreso a la preparatoria ya había asistido a los cursos de idiomas en Altos Estudios, como se llamaba antes el Departamento de Letras y Lingüística. Y estaba ahí el doctor Paul de Wolf, lingüista, filólogo, hablante de varias lenguas y profesor fundador de la Licenciatura en Letras, y con él hice un curso de italiano.

“Como mi papá era de Italia tenía referencias por lo que escuchaba en casa, además mi papá era muy cantador y cantaba en su idioma, por eso oímos algo de niños, pero yo no tenía mucha conciencia en mi infancia de que eran dos lenguas diferentes; sin embargo, ya en mis clases el maestro notó que tenía facilidad para hablar y para manejar la gramática de esa lengua”.

Cuando concluyó su primer año de italiano, el maestro le pidió que lo ayudara a dar el curso, lo que atribuye a sus buenas bases del español, de gramática, y a que desde la secundaria considera que tenía cierta facilidad para las estructuras de la lengua extranjera. Y aceptó.

“Estaba en la preparatoria y tenía mucho interés en entrar a la carrera de Letras, y empecé a dar la clase de italiano en el 66, con la asesoría del maestro, y lo que pensé que era apoyo temporal se convirtió en algo más permanente”, compartió.

Teresita Alessi cuenta que cuando se paró en el salón a recibir a sus estudiantes del curso vio entrar al reconocido maestro de teatro Alberto Estrella, a quien conocía porque coincidían cuando asistía a sus clases en las academias de artes. Vio también a un ingeniero entre sus alumnos, y después alguien le confesó que pensaban que ella también tomaría el curso, no que estaría al frente.

Pero su trabajo habló por sí solo, y gracias a su manejo de la gramática de la lengua y su preparación en otros idiomas le brindaron la oportunidad de continuar e, incluso, hacerse cargo del curso de nivel dos, en donde estaban los que habían sido sus compañeros el año anterior.

Otra de las situaciones que encaminaría su destino en la enseñanza de las lenguas extranjeras fue al estar en la preparatoria, donde tomó un curso de francés que impartía el maestro Ricardo Valenzuela, uno de los fundadores de la Universidad y más adelante director de la Escuela de Altos Estudios, quien había estudiado en el país galo.

“En el curso, el maestro me pasó a leer una lección y pude hacerlo, recuerdo sentir que el grupo se calló para escucharme; después, me preguntó si podía traducirlo y le dije que sí y lo traduje, y al terminar, los compañeros me aplaudieron, de nuevo, este suceso me impactó al sentir el interés y gusto que tienen las personas por el conocimiento de una lengua diversa a la materna.

“Era mi primer año de prepa y mi primer año de trabajo aquí, y todo esto reforzó el conocimiento de idiomas, quizás eso fue lo que hizo que me sintiera más segura en seguir dando clases a mis 21 años”, platicó.

Se suman literatura y francés

Al concluir la preparatoria ingresó junto con 64 alumnos más a la Escuela de Letras, este numeroso grupo tomaba clases en el aula dos, pero a medida que pasó el tiempo se redujo considerablemente. Para el segundo semestre llevaba clases de latín y español superior, y de los idiomas del programa, inglés y francés, eligió el segundo.

“Fuimos muy pocos los que concluimos la Licenciatura en Letras como la cuarta generación. Terminé la carrera en el 72, pero un poco antes de concluir a varios estudiantes nos evaluaron para dar clases, porque los maestros fundadores eran muy reconocidos y bien preparados pero la mayoría eran extranjeros, entonces algunos de los egresados nos sumamos a la planta docente y fue cuando comencé a dar clases de lengua y literatura”, reveló.

Más adelante, los cursos de idiomas se separaron de la Escuela de Altos Estudios, y como la Universidad inició el proceso de departamentalización, surge el Departamento de Humanidades, al que se incorporó el área de idiomas, por esta razón por un lapso corto de tiempo, los cursos de idiomas que se habían suspendido, se reinician, comentó.

Dentro de sus labores cuenta que también estuvo en la Gaceta Universitaria en 1974, pero en el 75 dejó esta responsabilidad porque le pidieron que también impartiera clases de francés.

 “Yo encantada de la vida, porque ya había dado clases por más de diez años en idiomas; además, me llamaron para impartir literatura en la preparatoria de la Universidad y me convocaron de la Alianza Francesa para dar clases. Ese año fue muy complicado, por la carga de trabajo docente que acepté, pero el área de idiomas me llamaba mucho la atención”, así que me ganó el deseo de seguir colaborando en programas de lengua extranjera, afirmó.

Sólo por dos años trabajó en la preparatoria de la Unison, porque este nivel se cerró en la Institución y continuó con sus clases en la Escuela de Letras, en la Alianza Franco-Mexicana y en idiomas, en ese tiempo ya sólo impartía francés pues los cursos de italiano no se ofrecían en los programas de la Universidad, “tal vez porque tenían poca demanda o era necesario dar respuesta a un mayor número de grupos de inglés”, explicó.

Jefatura inesperada y la lingüística

En el año 1978 se fue a la capital del país a estudiar un posgrado en Lingüística en El Colegio de México, becada por la Secretaría de Educación Pública, y una vez terminados sus estudios regresó a trabajar a la Universidad de Sonora.

Al volver continuó con sus clases, pero ahora en la recientemente abierta Licenciatura en Lingüística, de la que fue profesora fundadora y donde impartió a la primera generación materias como Psicolingüística y Lingüística aplicada, que era de lo que más le interesaba, al igual que otras interdisciplinas, porque en su opinión ahí está el proceso de aprender una lengua.  Asimismo, por invitación de la maestra Excelee McMahan, coordinadora del área de idiomas del Departamento de Humanidades, reinició la enseñanza de la lengua italiana.

En el año 1992, que comienza a regir la Ley 4 en la Universidad de Sonora, se creó el Departamento de Lenguas Extranjeras y para su sorpresa la nombraron jefa de Departamento. “Empecé en el 93 como jefa de Departamento, pero continuaba con mis clases en Lingüística y de italiano, y más adelante nos cambiamos al edificio actual, en esta función estuve casi dos periodos, el segundo no lo completé porque me fui a hacer un posgrado en la Universidad de Arizona.

“Estudié la maestría y luego el doctorado, junto con un grupo de profesores de Lenguas Extranjeras, era un programa de lenguaje, lectura y cultura. Comenzamos con los cursos a distancia, pero mi último año del doctorado sí lo hice allá para poder terminar con más celeridad”, platicó.

Destacó que al estar al frente del Departamento de Lenguas Extranjeras fue una experiencia muy enriquecedora porque aprendió mucho de la enseñanza de lenguas extranjeras con sus compañeros de trabajo. El Departamento creció en su matrícula considerablemente y se incrementó la oferta de otros idiomas.

“Las maestras del nuevo Departamento y yo impulsamos la Licenciatura en Enseñanza del Inglés, los cursos de nivelación a la licenciatura para maestros de gran experiencia docente pero carentes de título profesional, varios cursos de actualización para todos los profesores, la puesta en marcha del Centro de Auto-Acceso de Lenguas Extranjeras (Caale) y la organización del Primer Congreso de Enseñanza de Segunda Lengua en colaboración con profesores de Arizona, tareas muy significativas para todo el personal docente y administrativo de ese momento y que gran parte de éste continúa laborando en esta área”, dijo.

Cuando regresó de sus estudios de posgrado en Arizona continuó con sus clases en ambos departamentos, pero tuvo que decidir a cuál quedaría adscrita y decidió quedarse en el de Letras y Lingüística, donde ya era Maestra de Tiempo Completo, y dejar la plaza a otro compañero en Lenguas Extranjeras, donde impartió italiano hasta inicios de la década pasada.

“Estaba en las dos partes, y el 2010 dejé los cursos de italiano porque había otros profesores que se podían hacer cargo de ellos. Aunque siempre digo: ‘en algún momento voy a solicitar alguna colaboración, aunque no me pague la Universidad, porque me sigue gustando mucho esta idea”.

Durante la entrevista habló de su gusto por la lectura y en cómo en algún tiempo compartió ésta con alumnos de primaria, sólo como lectora y no como profesora, y a quienes trató de transmitir su pasión. Contó anécdotas de cómo los niños se interesaban y cómo algunos jóvenes ahora la recuerdan por haberles leído en el salón de clases, haber gustado de la lectura y haberse iniciado como escritores.

Esto, resaltó, son las cosas con las que se queda en su paso por la docencia en distintos niveles, en haber aportado en la formación de sus estudiantes y en impulsarlos a que concluyeran con sus proyectos de titulación en las distintas modalidades. “Es muy satisfactorio saber que hiciste algo que repercute para bien, los resultados como maestro no siempre los ves a corto plazo, en ocasiones se ven a través de los logros posteriores que tienen tus estudiantes”.

Creció entre flores

Nació en Hermosillo el 19 de junio de 1944. Sus papás fueron Antonio Alessi Lunardon y María Luisa Molina Cota. Su padre, originario del norte de Italia, llegó a Sonora a los 25 años, y más adelante se casó con su mamá, originaria de Hermosillo.

Contó que, tras la guerra, algunos países europeos quedaron empobrecidos y su papá vino a México a buscar trabajo en la agricultura, y después de un intento fallido en Veracruz y de haber estado en las minas de Mulegé, Baja California, llegó a la costa de Hermosillo, donde rentó tierras para sembrar, dado que había crecido en una región agrícola.

El matrimonio tuvo cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. María Teresa fue la menor. Pero con ellos vivió un tiempo un primo que llegó de Italia muy joven, a quien siempre vio como un hermano.

Nació en casa de su abuela, pero su hogar por mucho tiempo estuvo ubicado en la calle Revolución y Zacatecas, en donde sus sobrinos abrieron por un tiempo un restaurante de comida italiana, el Girasole.

“Mi mamá tenía la casa llena de flores, todavía hay personas que recuerdan mi primer hogar como la casita de las. A ella le gustaba mucho la jardinería, injertaba rosas; antes, el patio trasero era más grande, así que yo crecí entre cientos de plantas de rosas sembradas en hileras, y árboles frutales. Luego, cuando abrió el restaurante pensaban que era mío, pero no, era de unos sobrinos”, platicó.

Después, junto con su hermana adquirió parte de un terreno, y más adelante construyeron su nueva casa, ubicada en la Colonia Pitic, en este hogar también asignó un lugar para sus plantas y en el que le gusta estar, realizar las tareas domésticas, cocinar, labores manuales, aficiones que disfruta, al igual que bailar.

Ahora que está jubilada podría pensarse que pasaría mucho más tiempo ahí, en casa, pero sus planes son otros.

No es un adiós definitivo

“Me interesa mucho la parte profesional de la lingüística y los estudiantes egresados están en el área de enseñanza, educación especial y algunos pocos en la parte de investigación, por ello, otras maestras, activas y  jubiladas, tenemos la idea de formar un centro de apoyo para problemas de lenguaje, conformar el directorio de los egresados que trabajan en educación especial para luego ver cuáles son los problemas que más atienden y la forma en que el Departamento puede ayudarlos a actualizarse”, señaló.

Entre otros de sus proyectos está el concluir una traducción del epistolario del Padre Kino, del italiano al español y mencionó que ya había hecho otros trabajos similares anteriormente, como un ensayo de Carlo Ferraris sobre administración pública, documento de fines del siglo XIX, pero de gran actualidad para reconsiderar aspectos de este ámbito de la vida social y política.

Contó que en uno de sus viajes por Italia visitó la ciudad de Segno, tierra natal del padre Kino, ahí viven algunos familiares, los Chini, nos dio gusto que una de las sobrinas del misionero nos regalara una caja de manzanas de las que ella cosecha. Segno cuenta con un centro cultural y museo magníficamente organizado y provisto de diversos y valiosos documentos de la vida y labor misionera Kino en honor del Padre Kino, cuyos directores y patronato mantienen contacto con el gobierno de Sonora y con la Comisión Sonora Arizona. En el museo le tocó ver cómo se exhiben algunos productos sonorenses con el nombre del sacerdote jesuita, desde nombres de instituciones, publicaciones hasta envases de agua embotellada, tortillas y muchos otros.

“Tengo cosas pendientes que espero sacar adelante, pero más que todo, deseo participar en alguna actividad académica referida a la enseñanza de la lengua, la lectura y la escritura, y colaborar de cierta manera con los maestros, por eso algunas personas me dicen: ‘no tienes ganas de irte’, pues creo que no, ando aún muy metida con todo esto”, dice y sonríe.

Comentó que, aunque no tiene hijos propios, sus sobrinos son muy allegados a ella y que con sus alumnos siente que ha tenido un montón. Reveló que algunos de ellos le han pedido si puede ser su mamá.

Acaso Teresita supo desde siempre que su deber estaba en transformar a las personas en seres luminosos, y en ella se personificó el verso aquel del libro Sahuaro-Diario lírico del Padre Kino, del poeta italiano Renzo Francescotti, que la maestra tradujo en 1994: “Sì, qui c’è il deserto, ma nostro è il dovere di cambiare i deserti un giardini” (Sí, aquí está el desierto, pero es nuestro deber cambiar los desiertos en jardines).

El cariño hacia la maestra Teresa Alessi se percibe, y éste se lo ha ganado desde hace mucho tiempo, desde sus primeros alumnos, quienes aún la recuerdan con mucho aprecio. Ella se emociona hasta las lágrimas cuando piensa en esto y en lo que ha compartido a lo largo de más de cinco décadas en las aulas del alma mater.

Fotos: Cruz Teros