Silvia Elena Ibarra Olmos

En pro de democratizar el acceso a las matemáticas

Aleyda Gutiérrez Guerrero//

A Silvia Elena Ibarra Olmos siempre le atrajo la docencia y, en particular, las matemáticas. Con 38 años de trayectoria académica en la Universidad de Sonora, se considera afortunada porque pudo desarrollar esta profesión que le ha resultado muy gratificante y significativa.

“Ha sido una de las principales elecciones que tomé. Y, si hablamos en términos de esa aspiración que tenemos todos los seres humanos de ser felices, me ha proporcionado una enorme satisfacción y mucha felicidad”, expresó.

Desde hace seis años, Ibarra Olmos coordina el programa de maestría en Ciencias con especialidad en Matemática Educativa; más recientemente, también el doctorado en Ciencias con especialidad en Matemática Educativa, que se acaba de abrir en esta institución.

Es una mujer que trabaja por ser una ciudadana muy comprometida y estar atenta a los principales problemas por lo que atraviesa el país y la sociedad de la cual se considera miembro activo, particularmente en el terreno educativo.

Además, se define como una orgullosa madre de tres hijas, todas egresadas de la Universidad de Sonora, de las licenciaturas en Física, Matemáticas y Administración.
“Dedicarse a las matemáticas quiere decir muchas cosas, porque se puede trabajar y estudiar desde diferentes ámbitos: matemáticas puras, aplicadas, de la relación que existe con las Ciencias de la Computación, entre otras.

“Y un área que desde hace un buen número de años se ha estado desarrollando en el país es la que tiene que ver con los problemas ligados a la enseñanza y aprendizaje de esta disciplina, la Matemática Educativa, que es a lo que yo he estado dedicando mi formación profesional tanto de maestría y doctorado, así como mis actividades en la docencia y la investigación”, compartió.

Esto lo complementa con su trabajo en el Bufete de Asesoría en Educación Matemática (BAEM), que considera una instancia que les ha permitido generar mucha actividad y, sobre todo, ingresos propios. Antes de ser coordinadora de la maestría, estuvo al frente del consejo permanente del Bufete, que presta servicios a instituciones educativas. Ahora, es miembro del consejo asesor, donde se reciben y analizan las solicitudes, mencionó.

Compartió que también le gusta mucho trabajar en comisiones donde pueda compartir experiencias con gente de otras áreas; actualmente, forma parte del Comité de Ética en investigación de la Universidad junto a colegas de todas las divisiones.

“Esas formas de pensar, de concebir (el mundo), de razonar, a mí me parecen muy interesantes. A la hora que resolvemos alguna situación son experiencias muy enriquecedoras. He estado en diferentes comisiones y nunca las veo como una carga extra, sino como esa oportunidad de conocer y de aprender de los otros, porque eso también le ayuda a uno a conocer la Universidad”, precisó.

Enseñar matemáticas: problemáticas y alternativas

Para Silvia Elena Ibarra Olmos, nunca ha sido complicada la enseñanza de las matemáticas, más bien e ha sido interesante.

“Se han desarrollado resultados que buscan explicar cuáles son las dificultades que están asociadas al aprendizaje de las matemáticas, y las respuestas han sido muchas; una de ellas tiene que ver, justamente, con que la complicación viene por la naturaleza que tiene el conocimiento matemático, a diferencia de lo que sucede con otras áreas de conocimiento, pues en matemáticas trabajamos con entes abstractos que no podemos tocar físicamente y eso le confiere un cierto grado de abstracción que para muchas personas puede entrañar una dificultad extra”, puntualizó.

Resaltó que en el área de Matemática Educativa están interesados en estudiar esas problemáticas y proponer alternativas que permitan allanar estas dificultades. Ha habido avances, añadió, pero la problemática como tal sigue vigente y muchos de los esfuerzos de matemática educativa están en la dirección de democratizar el acceso a las matemáticas.

“Hay personas a las cuales esta expresión no les gusta; a mí en lo particular me gusta mucho porque le confiere ese sentido social que la matemática debe de tener, y lleva detrás esta intención, de que todo el mundo pueda tener acceso al conocimiento matemático, pudiendo liberarse de los malos entendidos, de traumas que se han ido creando alrededor del estudio de las matemáticas”, indicó.

No hay recetas ni métodos qué ofrecer a los estudiantes para que esta disciplina no les resulte complicada, destacó, salvo los típicos, que -como cualquier estudio- necesita dedicación, condiciones adecuadas, en fin, disciplina.

“Mi consejo iría hacia los profesores, porque actualmente una línea de investigación que se está trabajando con mucha fuerza en Matemática Educativa es, precisamente, lo que tiene que ver con los profesores de matemáticas; no pensando en que son los culpables de que los estudiantes no aprendan, no; sino pensando qué conocimientos didáctico-matemáticos deben de tener para desempeñar exitosamente su labor en un salón de clases, para que los estudiantes aprendan”, avizoró.

Agregó que la docencia es una actividad profesional y que, para ser docente, se necesita prepararse; es decir, no es suficiente con dominar ampliamente un determinado contenido, dicho en su caso, con saber matemáticas, para poder con ello decir que van a saber enseñarlas.

“La docencia es una labor que involucra una serie de aspectos, desde cuestiones de estrategias metodológicas, de conocer la misma naturaleza de los objetos matemáticos, las distintas formas de presentación que podemos hacer del conocimiento matemático en un aula; es decir, hay una serie de componentes que los profesores primero tenemos que identificar y tenemos que prepararnos para poderlos poner en acción en los salones de clase”, apuntó.

Ibarra Olmos confesó que cuando empezó a trabajar como profesora en el nivel superior, tuvo – por momentos- algún sentimiento de frustración, pues trataba de ser cumplida, preparaba sus clases, sin embargo, sus alumnos seguían presentando dificultades para aprender.

Afortunadamente para ella, dijo, entró en contacto con otro grupo de profesores del propio Departamento de Matemáticas que anteriormente ya se habían planteado el mismo cuestionamiento, y antes de ellos, otros docentes del país. Supo también que se había empezado a trabajar tratando de encontrar respuestas a eso, que fue justamente lo que dio origen al área de conocimiento llamada Matemática Educativa.

“Conocido eso quise saber qué hay alrededor del tema y empecé reconociendo que lo que yo sabía de matemáticas no era suficiente para desempeñarme como profesora; entonces, tomé la decisión de continuar preparándome y por eso entré primero a una maestría y después a un doctorado en Matemática Educativa”, contó.

Tras un balance, a 38 años de experiencia como profesora y cinco más estudiando la licenciatura, reconoce que su paso por la Universidad ha sido muy satisfactorio, a pesar de que su llegada a la Universidad fue un tanto difícil.

Sufrió discriminación

La maestra Silva Elena es de Sinaloa, y una vez que tomó la decisión de estudiar la Licenciatura en Matemáticas tenía tres opciones en el país: la Ciudad de México, Guadalajara y Hermosillo. Aceptó que una le resultó muy lejana, otra muy cara y la mejor opción para ella fue la Universidad de Sonora.

Desafortunadamente, la preparatoria donde estudió tuvo unos conflictos administrativos y extraviaron su certificado, pero le dieron una constancia que avalaba que había cumplido con todos los requisitos de egreso, además de tener un promedio excelente.

“Yo pensé que no iba a tener ninguna dificultad y que se me iba a dar, como es usual, un plazo para que se tramitara mi documento y que yo lo pudiera entregar. Grande fue mi sorpresa cuando se me negó esa posibilidad.

“Dicen que los sinaloenses somos algo tercos y yo tenía que hacer algo por lograr mi meta, entonces empecé a tocar puertas, inclusive fui a tocar la puerta del entonces rector Alfonso Castellanos y él me turnó a la oficina de Servicios Escolares; cuando llegué con la encargada, le expuse mi situación, pero su respuesta fue muy cruda: ‘Usted jamás va a ser estudiante de la Universidad de Sonora, porque es sinaloense y los sinaloenses son personas muy argüenderas, muy mitoteras y les gusta hacer mucho escándalo en las universidades’.

“A los ojos actuales eso claramente fue un ejercicio discriminatorio, se me estaba negando el ingreso a una universidad pública porque las circunstancias me llevaron a nacer en Sinaloa. En estos tiempos, una respuesta de esa naturaleza le hubiera costado el puesto a cualquier funcionaria. Salí bastante desconsolada de ahí, pero no había caminado mucho cuando dije: ‘esto no me va a detener, me han cerrado la puerta provisionalmente pero voy a insistir’”, expresó.

Ese año no estudió formalmente inscrita, pero asistió como oyente a la Escuela de Altos Estudios y buscó trabajo. Al año siguiente, solicitó nuevamente el ingreso a la alma mater sonorense y lo logró.

Ese año justamente hubo cambios de administración en la Universidad y se puso en marcha un examen de ingreso, el cual presentó y pasó sin ningún problema; de esta manera, oficialmente ingresó a la Licenciatura en Matemáticas.

Recordó que en el ciclo que fue admitida se instauró el modelo departamental, de tal manera que sus clases eran compartidas con estudiantes de otras carreras, como Ingeniería Civil, Química, Geología, experiencia que considera muy interesante y que le dio la oportunidad de formarse en un ambiente muy diverso y conocer a muchos universitarios que ahora también son profesores.

Las clases ya más específicas las cursó con los matemáticos, en la Escuela de Altos Estudios, comunidad que describe con características muy especiales, gente muy comprometida socialmente, muy trabajadora, donde también había uno que otro personaje, reconoció.

Nace una docente

Sí fue un golpe muy fuerte para ella el haber sido rechazada en un principio, y no por razones académicas, pero como ya lo dijo, decidió quedarse en Hermosillo y acudir de todas formas a la Universidad.

Un día se levantó con el firme propósito de encontrar trabajo, salió de la casa de asistencia donde vivía, cerca de la alma mater. Caminó por la calle Niños Héroes hasta que llegó a la Matamoros y se topó con una escuela secundaria, y aunque ahora reconoce que quizás por su edad fue osada al solicitar empleo, consiguió salir de ahí como maestra de español, y más adelante también impartió clases de matemáticas en esa institución.

“Cuando tomé la decisión de estudiar matemáticas yo tenía dos grandes pasiones en la preparatoria: las letras y las matemáticas; elegí la primera, pero debo decir que también soy buena en español.

“En aquellos años, llegaba uno a las escuelas y decía ‘yo soy estudiante de la Licenciatura en Matemáticas’ y le abrían las puertas, quizás eran condiciones no muy ventajosas, pero a mí me permitieron subsistir y toda la carrera estuve trabajando en diferentes escuelas”, compartió.

Estas oportunidades le dieron experiencia; cuando llegó a ser profesora universitaria, ya había dado clases en los tres años de secundaria, en preparatoria, en preparatoria abierta, y había hecho su servicio social en secundaria nocturna para adultos.

Terminó su licenciatura en mayo de 1983 y, en agosto del mismo año, empezó a dar clases en la Universidad de Sonora.

“Si hablamos de profesores que le significan a uno mucho porque le dejan huella, yo tuve muchos así, pero, particularmente, alguien que se quedó muy grabado en mi memoria fue la maestra Angelina Uribe Araujo, profesora del Departamento de Matemáticas por muchos años, sinaloense también, y con quien tuve una relación muy cercana.

“Ella fue la que me dijo que había unas horas disponibles de la materia Análisis Numérico, y consideró que yo estaba preparada para eso. Me asustó en un principio, pero gracias a su impulso empecé como maestra de asignatura.

“Ya después, cuando me titulé, tuve la oportunidad de concursar por una plaza de tiempo completo. Yo había presentado mi examen de licenciatura ya estando casada, tenía ocho meses de embarazo de mi segunda hija y, al poco tiempo, salió la oportunidad de esa plaza y yo tenía poco de haber dado a luz. Recuerdo perfectamente que mi examen para concursar por la plaza lo preparé en las noches, cuando mi hija se levantaba a comer”, contó.

Ganó la plaza y es profesora de tiempo completo desde 1987. Y a partir de ahí, ha adquirido más responsabilidades.

Orgullosa y agradecida

“Mi primer acercamiento sí fue un encuentro difícil, pero afortunadamente lo pude superar y aquí estoy muchos años después. Ahora estoy profundamente orgullosa de haberme formado en la Universidad de Sonora, de que me diera la oportunidad de continuar mis estudios, porque tanto la maestría como el doctorado los hice becada, y no tengo otra actitud que no sea más que de un profundo orgullo y de mucho agradecimiento a esta institución, que es muy noble”.

Después de muchos años en ella, dijo, puede dar fe de cómo esta casa de estudios ha crecido, ha cambiado y evolucionado en muchas problemáticas de las cuales antes no se hablaba y que afortunadamente ahora están saliendo a la luz, como cuestiones de violencia en el salón de clases, discapacidad y espacios para poder compartir todas esas inquietudes.

“Sé que hay problemas, como en todas las universidades públicas, pero nuestra comunidad comparte un profundo amor por la Universidad de Sonora y me parece que ahí está la clave o el motor para que como comunidad justamente podamos enfrentar, y en la medida de lo posible, resolver todas estas problemáticas”, indicó.

Cuando empezó a dar clases fue en las carreras de ingeniería y revela que era prácticamente nulo el número de mujeres, apenas una o dos por grupo, algo que siempre le llamó la atención; pero ahora, con el paso de los años, le resulta muy satisfactorio ver como cada vez hay más mujeres estudiando carreras de ciencias, de ingenierías, y que son tan disciplinadas, comprometidas y responsables.

“Aquí mismo, en el departamento, mucho tiempo sólo éramos dos profesoras en la maestría. Las mujeres tenemos que darnos cuenta que estos ámbitos también se hicieron para nosotras.

Pasaron los años y ahora ya tengo más colegas, más compañeras con su doctorado, que son mujeres muy comprometidas. Ese es un cambio muy bonito que me ha tocado ver y que me parece importante destacar”.

Otra cosa que resaltó, específicamente en su grupo de trabajo, es que impera un ambiente de mucho respeto en cuanto al género, así como nulas cuestiones de discriminación o de conductas indeseables, eso la hace seguir trabajando con gusto y disfrutando lo que hace.

Al preguntarle si se considera muy inteligente por ser matemática inmediatamente responde que no, que es tan inteligente como cualquier otro ser humano y que cada persona tiene cierto tipo de habilidades.

“Estoy convencida que la matemática se puede poner al alcance de cualquiera que tenga interés en aprenderla. No hay nada especial que distinga a un matemático de cualquier otra persona, sea profesionista o no”, exclamó.
Familia extendida

Silvia Elena nació en Mazatlán hace 62 años. Fue la primera de los cinco hijos de Bernardo Ibarra Osuna y María Modesta Olmos Medrano, ambos sinaloenses.
Su padre, ya fallecido, fue socio de una cooperativa de producción pesquera. Y su mamá, quien se dedicó al hogar, ahora vive en Villa Unión, Sinaloa.

La académica rememora su infancia muy tranquila, muy hogareña, formaba parte de una familia que describe como muy clásica, donde el papá trabajaba y la mamá se dedicaba al hogar y estaba al pendiente de los hijos; sin embargo, considera que su padre tuvo mucha influencia en su formación, pues insistía mucho en la conveniencia, sobre todo para las hijas, de que se prepararan profesionalmente.

“Nos decía ‘ustedes no se pueden contentar con una vida matrimonial, los matrimonios fracasan y entonces quienes generalmente llevan la peor parte son las mujeres, yo no quiero que les suceda a ustedes, tienen que estar preparadas’.

“Y tenía muchas prácticas que ahora cuando pienso en eso creo que mi padre era como un maestro muy natural. Cuando llegaba de su trabajo siempre había un espacio donde se ponía a leernos, le gustaba mucho regalarnos libros también y yo aprovechaba porque podía escoger los que yo quisiera; claro, eran ediciones baratas, pero muy buenos textos”.

La primaria la estudió en la escuela José María Morelos y Pavón y la secundaria y preparatoria en el Colegio El Pacífico, que considera muy buenas escuelas y recuerda con aprecio a la mayoría de sus maestros.

“Estudié en colegio porque mi padre decía que la mejor herencia es la oportunidad de tener una educación esmerada, cuidada, y fue consecuente con eso. Siempre puso todo su esfuerzo en que todos mis hermanos y yo estudiáramos en escuelas de prestigio y yo me sentía comprometida con eso y trataba de corresponder a ese esfuerzo que él y mi mamá hacían siendo una estudiante responsable”.

Después de estudiar en la Universidad de Sonora se casó en el año 1983, tuvo tres hijas en su matrimonio: Silvia, María Antonieta y Cristina.

“Traía muchas ideas de familia, producto de mi experiencia personal, de cómo fui criada, en una familia muy unida y padres muy atentos. Y uno cuando se casa, de alguna manera quiere reproducir eso, pero vas aprendiendo que esa idea tan convencional de matrimonio ha ido evolucionando, los intereses comunes de pronto desaparecen, y uno tiene que tener madurez para aceptar que esa plataforma común ya no existe y la mejor solución es separarse, y me divorcié en el año 2000.

“No es una experiencia que le desee a nadie, pero cuando se hace con madurez uno se recupera más rápido; en esa medida, estás listo para iniciar una nueva relación, eso fue lo que me pasó, y en el año 2005 me casé con Agustín Grijalva Monteverde, también académico universitario”, precisó.

Señaló que la idea de familia con estas experiencias las ha ido modificando, pero sigue privilegiando que debe haber la plataforma en intereses comunes.

Ahora, platicó, vive en una familia extendida, pues su esposo también tiene hijos de un primer matrimonio, y todos conviven y se llevan muy bien, porque hay un ingrediente muy importante: el respeto.

Acerca de sus aficiones, Silvia Elena destacó varias a las que le gustaría dedicar tiempo: la natación, las clases de activación física, de baile, así como dibujo y pintura, los idiomas y hasta el estudio de la psicología. También desea retomar las clases que ella llama de geometría aplicada; es decir, corte y confección.

“Para las mujeres la vida no se acaba cuando uno sale del trabajo, esa es una parte, siempre hay un montón de cosas por hacer, que ahí me están esperando para que yo tenga tiempo para dedicarme a ellas…”

Por ahora, lo que sí disfruta mucho es a sus dos nietas, Elena, de siete años, y Julieta, de tres. Expresó que tener nietos es una experiencia impresionante porque las puede ver crecer sin las presiones que se tienen como padre, con más tranquilidad, con más conocimiento.

Se siente una persona satisfecha porque ha podido realizarse tanto en lo personal como en lo profesional. Indicó que le agrada tomar conciencia de cómo en las diferentes etapas de su vida ha ido adquiriendo más conocimiento, pero también otras potencialidades que anteriormente no había desarrollado.

Se considera mucho más paciente y tolerante, algo que, dijo, es indispensable para cualquier profesor. Una cuestión de la que le agrada percatarse es que en esta etapa de su vida sigue generando ideas atractivas y que se están desarrollando en el grupo de trabajo de Matemática Educativa de la Universidad, al cual orgullosamente pertenece.

“De lo que también tengo conciencia, y creo que debo de ser consecuente con eso, es de que va a llegar un momento en que mi etapa útil en la Universidad deba de terminar, no porque crea que no puedo aportar, sino porque creo que también tenemos la responsabilidad de cederle el paso a las nuevas generaciones.

“Si un profesor se considera un elemento indispensable en la Universidad está en un error, vienen detrás de nosotros las nuevas generaciones con nuevas visiones que yo creo que son necesarias, porque una institución como ésta necesita refrescarse para poder evolucionar e ir acorde a los tiempos también.
“Entonces estoy satisfecha. Me siento una mujer realizada”, reiteró.