Profesoras sonorenses en la historia, influencia en la ciudadanía activa: académica

20 de mayo de 2024


Beatriz Espinoza

Reconstruir la importancia de las profesoras en la construcción de un movimiento amplio de mujeres en México, particularmente en Sonora, ha sido el objetivo del estudio que sobre este tema realizó Elizabeth Cejudo Ramos.

La docente e investigadora del Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora, expuso el tema ante docentes y alumnos de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), perteneciente al Centro Regional de Formación Profesional Docente de Sonora en el marco del Día del Maestro.

“Profesoras Sonorenses, mujeres históricas” fue el tema de su disertación enfocada a la participación de mujeres líderes de sus comunidades y formadoras de nuevas generaciones que han construido, y construyen aún, ciudadanía activa.

La exposición de la doctora Cejudo Ramos se centró en el reconocimiento de los procesos de construcción, de la diferencia sexual en espacios y tiempos específicos a través de la historia de las mujeres con capacidad de agencia e imaginación y su incursión a los proyectos de expansión educativa que requería de muchas manos.

Colegios para varones y señoritas

Habló de los conceptos de educación para la mujer, cuando se consideraba que debía ser útil para la familia y para el país, pero desde su casa, pues algunos textos del siglo XIX hablaban de su papel de educadora, pero del hogar, la educación de la mujer era la base de la educación popular.

“Si los hombres hacían leyes, las mujeres eran las que formaban costumbres, era la constante cuando la sociedad se preguntaba el cómo una mujer inculta podría ayudar a su hijo a desarrollar el orden, la armonía, o el placer al apreciar cualquier manifestación estética si a ella misma no la habían educado a hacerlo”, estableció.

En esa época, refiere, la Ley Orgánica para la instrucción pública del Estado de Sonora, obligó a crear colegios de varones y de señoritas para dar una igualdad de oportunidades, aún cuando el enfoque de enseñanza era diferenciado.

Mencionó el Colegio de Niñas “El Progreso de Guaymas, la Escuela “Leona Vicario”, en Hermosillo y el Colegio de Niñas, en Ures. “Había una desproporción importante de atención a niños y niñas y en la mayor parte de las poblaciones, las escuelas para varones eran mayoría, muy por encima de las mixtas y las exclusivas para mujeres”, señaló.

Las principales materias que se impartían fueron en el ámbito científico las Matemáticas, las Ciencias Naturales y Físicas; en humanidades fueron Civismo e Historia; en lo tecnológico el Dibujo, en artes y la industria, y trabajos manuales para la manufactura, costura y tejido.

En cuanto a varones y mujeres, los primeros tenían la instrucción en economía política, trabajo, capital, producción, circulación y consumo de la riqueza, además de trabajo agrícola, mientras que a las mujeres se les instruía en economía doméstica, organización económica familiar, principales quehaceres del hogar y sobre crianza de aves de corral.

Uno de los elementos a resaltar en la exposición es el proceso llamado feminización del magisterio, que ocurre a finales del siglo XIX, cuando el crecimiento del proyecto educativo requirió de la incorporación de más mujeres en las aulas.

En ese periodo, todavía a las mujeres se les veía como “El ángel del hogar” y la docencia se convirtió en una profesión que no era socialmente castigada, pues se creía que la mujer extendía su deber maternal en las de las aulas y, de acuerdo con la doctora Cejudo, este ingreso al campo laboral permitió construir redes de colaboración femeninas y formación política.

Proyecto revolucionario

El movimiento revolucionario trajo consigo cambios importantes en la construcción ciudadana de las mujeres mexicanas, pues la crisis que supuso permitió el ingreso del sector femenino a diferentes espacios, desde el campo de batalla hasta posiciones de liderazgo en el terreno político, comentó.

Con base en la constitución de 1917, explicó, los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana desarrollaron diversos proyectos educativos que incluyeron campañas de alfabetización, el impulso de bibliotecas, desayunos escolares, creación de escuelas normales, campañas en búsqueda de intercambios culturales y el proceso de nacionalismo e identidad.

Asimismo, la creación de instituciones representativas que incluyeron más abiertamente a la mujer en sus actividades, y algunos de los proyectos más importantes fueron la implementación de la educación socialista y la instalación de escuelas rurales y, en ambos, las profesoras tuvieron un papel central, no solo en sus escuelas, sino también en sus comunidades.

Tres profesoras sonorenses

Sin duda, dijo, las mujeres contribuyeron de forma potente en el proyecto político posrevolucionario, consideró al señalar el caso de Emélida Carrillo, Catalina Acosta y Enriqueta Montaño de Parodi, tres profesoras sonorenses que dejaron huella en el ámbito de la educación en Sonora, siendo la primera originaria de la fronteriza ciudad de Nogales, Sonora, fundadora de escuelas e integrante del Comité Femenino Anti chino y fue una de las primeras voces femeninas que se pronunció por el derecho al voto para la mujer.

Enriqueta Montaño de Parodi, originaria de Cumpas, Sonora, fue profesora durante sus primeros años de incursión laboral y su padre participó en la Revolución Mexicana; en 1993 inicia su carrera como correctora de pruebas en la Ciudad de México y ese mismo año ganó el primer lugar en el concurso de literatura organizado por el Congreso de la Unión, mismo que le patrocinó la publicación de su primer libro titulado Reloj de Arena.

Luego publicó Cuarto de Hora, Luis es un Don Juan y Madre y, para mediados de la década de los cuarenta regresa a Sonora para crear las Misiones de Superación Popular, una red de bibliotecas, el concurso Estatal del Libro que perdura hasta la fecha.

Catalina Acosta de Bernal, fue una reconocida escritora y colaboradora de la prensa local con su enfoque feminista; sus principales obras fueron “Brevario del maestro”, “Gemas” y “Griselda la desconocida”.

Cursó sus estudios en la Escuela Normal de Maestros y Maestras, se desempeñó como supervisora local de la Dirección General de Educación y, entre 1937 y 1951, dirigió los esfuerzos para la instalación de escuelas secundarias en Sonora.

“A partir del acercamiento a las trayectorias de estas profesoras, es posible dar cuenta de la centralidad que tuvieron no solo en la transmisión de conocimientos, sino en la consolidación del Estado Nación posrevolucionario y en la lucha por los derechos de las mujeres mexicanas”, añadió.

En su exposición Cejudo invitó a las estudiantes asistentes a valorar la trayectoria de quienes les antecedieron, a recuperar las memoria de sus maestras y a reflexionar sobre su propia trayectoria e impacto en su comunidad a través de la docencia.