Elizabeth Araux Sánchez

La geóloga que luchó por su lugar y abrió brecha

//Aleyda Gutiérrez Guerrero//

Elizabeth es geóloga, investigadora, ha sido trabajadora administrativa, pero dentro de todas las labores que realiza como profesionista, la docencia es lo primordial para ella y le ha dedicado ya 34 años de su vida.

Le apasiona estar frente al grupo con los estudiantes, pues lo considera muy estimulante, al igual que poder hacer difusión en temas de mineralogía con los niños, con quienes desde hace años trabaja.

“El poder transmitir los conocimientos de la mejor manera posible, el ver que los estudiantes aprendan es sumamente motivante, y tengo un interés especial en que los niños se apasionen por las ciencias de la tierra, especialmente por el área que a mí me fascina que es la mineralogía”, resalta.

La geología sí fue para ella

Elizabeth Araux Sánchez, considera la geología como una disciplina sumamente hermosa, una carrera que ha llenado sus expectativas desde que la eligió, porque abarca el estudio de la tierra, el poder tener conciencia del planeta en que vivimos y el cuidado del medio ambiente, cosas que se van compaginando, dice.

Desde su trinchera se ha involucrado en algunos proyectos, como el de Minería artesanal, que en 2020 fue aprobado por el banco de Proyectos de la Red de Desarrollo Sustentable de la Agenda 2030 de la ONU, en el que están implicados maestros de otras disciplinas.

“Nosotros desde la Universidad podemos aplicar nuestro conocimiento en beneficio de la sociedad, es parte de la geología y de la ingeniería aplicada, sigue siendo muy motivante al igual que el poder estar en el campo, el caminar en un cerro, el ver una roca, el ver los minerales a mí me apasiona”, señala.

Confiesa que en la preparatoria se veía en traje de buzo y dentro del mar, quería estudiar Oceanografía, pero diversas circunstancias no lo permitieron. Sin embargo, una persona marcó su destino para que incursionara en su profesión.

“Un día fue a la escuela donde yo estudiaba el profesor Guillermo Salas Pizá, un apasionado de la profesión y nos dijo: ‘no existe otra carrera más bella en todo el mundo que la geología’, y al escuchar cómo se expresaba le creí; incluso, pensé que más adelante la podría combinar con mi pasión por el mar, a través de la geología marina.

“Cuando yo llegué a la clase de paleontología y más adelante como asistente de un profesor pude ver todos los fósiles que había que clasificar y pensé: ‘qué barbaridad, qué belleza’; y cuando empecé a ver los minerales supe que había llegado al lugar correcto, la geología era para mí, y nunca me arrepentí ni me arrepentiré de haberla elegido”, destaca.

La docencia y la administración

Se siente una persona sumamente afortunada porque ha tenido experiencia en su área profesional, trabajó como geóloga de mina y geóloga de exploración y, luego, la Universidad de Sonora le abrió las puertas y aquí descubrió que su vocación es la docencia.

Pero declara que también dentro de esta institución se le abrieron las puertas para entrar dentro del área administrativa: fue coordinadora del programa de Ingeniero Minero y también secretaria académica de su Departamento.

“El hecho de estar en la administración, tener toma de decisiones y poder lograr cosas, creo que es sumamente importante.  Ha sido difícil porque es una carrera chica, con pocos medios económicos, pero el haber llegado a la coordinación de programa me permitió gestionar un edificio para Ingeniería en Minas y después que se hiciera un tercer piso.

“Conseguimos apoyos para poder tener la infraestructura que tenemos, compramos aparatos GPS para topografía que ninguna universidad y muchas minas en aquel entonces lo tenían, logramos poder publicar libros, de los pocos que se tienen sobre minería. Considero que por un lado es la investigación; por otro lado, la docencia, pero también es importante la cuestión administrativa, que te permite realmente avanzar como programa. Me quedo con muchas de estas cosas, no con una sola”, señala.

Reconocida por sus logros

La maestra Elizabeth ha recibido distintos reconocimientos, tanto por la Universidad, por su trayectoria docente, como por parte de sector minero, al que ha apoyado en los distintos congresos que organiza. Ha sido distinguida por la Asociación de Mineros de Sonora y la Asociación de Ingenieros de Minas, Metalurgistas y Geólogos de México, A.C.

También por su trayectoria, en el año 2019 fue galardonada por la Fundación Vive Corazón Rosa A.C., como parte de las actividades conmemorativas de marzo, mes de la mujer.

La docente del Departamento de Ingeniería Civil y Minas recibió además la Presea del Poderío de las Mujeres 2021, el pasado mes de octubre, junto a otras cuatro figuras representativas en la lucha por la reivindicación femenina en la entidad.

Tras recibir esta presea destacó que le hace sentir un mayor compromiso de mejorar como ser humano y de refrendar cada día la lucha por los derechos de todos y todas, ya que considera que aún hace falta mucha concientización al respecto en la comunidad universitaria.

Resalta el haber sido considerada por la alma mater sonorense en el apartado dedicado a 63 maestras universitarias con motivo del Día Internacional de la Mujer, el pasado mes de marzo.

“El estar con todo ese grupo de compañeras que hemos trabajado en distintas áreas es sumamente motivante, es muy bonito el reconocimiento que hizo la Universidad a todas las profesoras, faltan muchas todavía, al igual que gente que ya están fuera de la institución, hombres y mujeres muy loables en su trabajo.

 “Es mucha satisfacción recibir este tipo de reconocimientos, es muy bonito e importante, pero se queda uno tal vez con la sensación de que también hay otras personas que se lo merecen”, señala.

Estos logros los comparte con su familia, conformada por su esposo y sus dos hijos, así como con algunos de los miembros de su área académica y personas muy allegadas, al igual que con estudiantes que se han sumado al proyecto del Pabellón Minero Infantil y se han quedado como parte de él a través del tiempo.

Equidad de género

Dentro de su caminar por esta profesión, Elizabeth Araux ha abierto brecha para las mujeres en distintos sentidos; por eso, ahora es una fiel defensora de la equidad de género.

Fue la primera mujer dentro de la mesa directiva de la Asociación de Ingenieros de Minas, Metalurgistas y Geólogos de México A.C., Distrito Sonora, fue secretaria en los años 2014-2015, cargo que nuevamente ostenta.

“Me siento una persona muy madura, porque ha sido complicado, es un sector difícil para la mujer, somos pocas las que estamos en el sector minero; y al principio, también dentro de la docencia. En la mina Barita de Sonora pedí mi primer trabajo y no aceptaban mujeres en el área de operación, tuve que luchar porque me permitieran a mí entrar como geóloga.

“Puedo decir que sí ha sido un desafío, primero a nivel externo y después dentro de la propia Universidad he tenido que demostrar que soy capaz para afrontar los retos, uno de ellos el de haber sido la primera mujer coordinadora del programa Ingeniero Minero.

“Al principio sí dolía, sí tuve que superarlo; y bueno, ese aprendizaje te lleva a muchos pasos adelante en tu manera de pensar, de sentir, porque lo más importante es tener seguridad en uno mismo, decir yo puedo con esto y lo voy a hacer bien; y después, cuando pasa el tiempo, reconocen que lo hiciste bien, ya eso cambia también la manera de tratarte”, comparte.

Ahora, dice, le da gusto ver en el sector a muchas egresadas en Ingeniería en Minas, quienes han podido casarse, tener hijos y seguir dentro de la industria, y es porque ya existen ciertas políticas que han permitido que puedan seguir desempeñándose profesionalmente.

“Algo interesante está pasando en el sector minero, que era muy masculinizado; este cambio ha permitido confirmar a las empresas que es mucho mejor tener mujeres integradas dentro de su planta y en todos los niveles y, sobre todo, en la toma de decisiones; se vuelven muy productivas las minas; incluso, en algunos lugares, ya se tienen cuotas de género, y la tendencia es que lleguemos a tener mitad y mitad”, señala.

Con respecto a la Universidad, reconoce que todavía existe machismo y ciertas actitudes inaceptables no sólo de los varones, pues dice que aún hay mujeres que no entienden bien qué es la equidad de género y se necesita mucha educación.

“Es algo difícil por como fuimos criados, pero en estos tiempos, ya no se puede tomar de pretexto que a mí me educaron diferente y por eso no voy a estar involucrado en la manera correcta de hablar, de conocer qué actitudes son buenas y cuáles no dentro de la docencia. Es interesante ver que la Unison desde hace tiempo tiene su protocolo, pero es importante también que se actualice para que funcione mejor y que los maestros estén conscientes de que existe”, destaca.

Profesión para niños y niñas

Elizabeth Araux promovió e implementó junto con sus estudiantes un programa educativo que se llama Pabellón Minero Infantil, que desde octubre de 2014 ha llevado a diferentes eventos y comunidades, es una especie de museo interactivo, itinerante.

Explica que hablan sobre las buenas prácticas de la minería, se brinda un taller de mineralogía y al finalizar se les toma a los menores una fotografía con siluetas de profesionista del sector minero, pero con equidad de género, porque para ella es muy importante que las niñas se visibilicen ahí.

Al preguntarle cómo es que decidió involucrarse con los niños, platica que todo derivó de una visita que hizo a la escuela primaria de su hijo, donde compartió una pequeña parte de su trabajo, experiencia que la marcó.

“Cuando mi hijo David estaba en cuarto año de primaria llevaba una materia de ciencias, y en ella vieron un capítulo de rocas y uno de minerales; él constantemente interrumpía la clase y decía: ‘mi mamá es geóloga, que venga y nos traiga muestras, que nos traiga rocas’, y tanta fue su insistencia que la maestra me pidió que fuera a la escuela y platicara con los niños.

“Yo le dije que encantada de la vida, nunca había tenido tal acercamiento, pero no podía defraudar a mi hijo. Entonces, vine al laboratorio y escogí algunas de las muestras que venían en su libro y al día siguiente me presenté en su salón de clases.

“Les mostré rocas volcánicas y los niños estuvieron muy inquietos, muy interesados, con muchas preguntas; pero cuando empecé a sacar los minerales aquello se desquició. Era sentir la muestra de grafito, magnetita, calcita, las querían tocar, saber qué se siente, porqué el grafito mancha, porqué se le pega un imán a una roca, para mí fue algo raro, porque nunca me imaginé que los niños tuvieran tantas preguntas.

“Fue sumamente enriquecedor, más motivante todavía fue que me dieron un reconocimiento por haber ido como papá a dar la exposición y los niños redactaron cartas sobre qué les había parecido que un papá hubiera venido a hablar de su profesión; y cuando las leí, más qué dudas eran preguntas, y noté la diferencia, porque en las clases en la universidad los estudiantes casi no preguntan”, cuenta.

La maestra de la primaria le pidió volver al siguiente año, y le gustó tanto la experiencia que pensó en este proyecto para acercar la geología y la minería a los más pequeños a través de un taller de mineralogía, buscó colaboradores e inscribieron esta iniciativa al concurso de emprendedores que organiza la Unison y resultaron ganadores, el premio, dice, lo invirtieron en el propio proyecto, el cual ha crecido y cuenta ya con amplio reconocimiento dentro del gremio.

Fue así que nació el Pabellón Minero Infantil, el cual, a través de la Sociedad Mexicana de Cristalografía pudo llevar a la Semana Nacional de Cristalografía en Culiacán. Después también a Boca del Río, Veracruz.

“Me puse en contacto en la Universidad Veracruzana y consiguieron camiones que fueron por los niños a escuelas rurales y los trajeron al centro de convenciones. Algunos de ellos no habían salido de su ejido.

“Fue muy emotivo ver cómo de esta vida rural un día de tu vida cambie drásticamente, supieron que había otra ciudad, qué son los minerales y al final una niña dice que va a ser minera”, cuenta sumamente conmovida ante el hecho de haber influido así en la vida de esta pequeña mujer.

Asegura que asumió el compromiso de intentar tener una influencia en los niños, y que cuando se va a las comunidades es situación muy particular, por eso continuamente tiene acercamiento con distintas áreas rurales a través de esta actividad, que espera pronto se reactive en su totalidad tras la pandemia.

Universitaria a los 16

Es la tercera de los seis hijos que procrearon Moisés Araux Payán y Olga María Sánchez Gallardo, ambos originarios de Guamúchil, Sinaloa. Por cuestiones laborales de su padre —que es Ingeniero Eléctrico—, nacieron todos en la Ciudad de México, donde fueron criados en sus primeros años de vida.

Llegó como un regalo para su madre en el día de su cumpleaños, pues ambas comparten la fecha de nacimiento. Elizabeth llegó al mundo el 24 de octubre 1962.

“En la Ciudad de México vivimos con muchas restricciones, mi mamá era muy aprensiva y teníamos muchos cuidados en aquel entonces, pero en vacaciones, cuando viajábamos a Guamúchil e íbamos al rancho de mi abuelo, era la libertad completa”, rememora.

Platica que tiene dos hermanos mayores y cuando se iban a la primaria ella se quedaba llorando, por lo que su mamá optó por llevarla con la maestra de primero con la intención de que se le quitara la idea y la insistencia por ir a la escuela.

“Pero cuando la maestra sacó unos libros para mí fue como si me dieran un tesoro, como pude los arreglé, fui todos los días a clases y me pasó, me dieron boleta de primero, y ella, junto conmigo, se fue al segundo grado”, cuenta.

Salió de la primaria a los diez años y medio, y aunque era más pequeña que los demás siempre se sintió muy cómoda, pero los cambios se notaron un poco más en la secundaria; aún con esto, dice que siempre le gustó la escuela y su edad no le impidió ser nombrada jefa de grupo en primero y segundo año.

“Mi mamá siempre se opuso a que estudiáramos allá la preparatoria y la Universidad, en especial por la violencia que hubo en 1968 en la capital del país.

“Cuando mi hermana mayor salió de secundaria la mandaron a Sinaloa y después nos fuimos mi hermano y yo; entonces, ya estaba toda la familia dividida y mi papá logró conseguir el cambio a Sonora. Su meta fue este estado en parte por la Universidad y por estar cerca de la familia”, revela.

Al llegar a vivir a Hermosillo la escuela preparatoria que los admitió en ese tiempo fue el Colegio Miravalle, que se ubicaba en la calle General Piña.

Menciona que este nivel se le hizo fácil y pudo hacer doble turno, por lo que terminó en dos años. Así que a los 15 estaba lista para entrar a la Universidad, junto con sus hermanos.

“Cuando ya estuvimos aquí toda la familia y era tiempo de ingresar a la universidad, a mí me gustaba la Oceanografía, pero económicamente mi familia no me iba a poder apoyar para ir a La Paz, que era lo más cerca; y, por otro lado, estaba yo muy pequeña porque estuve haciendo toda la escuela de una manera muy corta”, admite.

Su mejor opción fue la Universidad de Sonora; sin embargo, en 1978 hubo huelga, y el Movimiento Mexicano de Integración Cristiana (MMIC), también conocidos como “los micos”, dificultó hacer el examen de admisión, así que su registro de ingreso quedó a los 16 años.

“En su momento, fue un problema entrar a la Universidad, me tocó hacer por fuera el examen de admisión, pero como había oposición, porque era la primera vez que se solicitaba, no nos dejaban hacerlo; primero, lo intentamos en el Gimnasio del Estado —ahora Arena Sonora—; luego, en el Colegio Lux, hasta que más adelante pudimos concretarlo dentro de la Unison y entramos al mismo tiempo mi hermana Margarita a Literatura; mi hermano Moisés a Ingeniería Química, y yo”, comparte.

Cuando logró entrar a la alma mater sonorense, la académica señala que le tocó la etapa de departamentalización, y convivía con estudiantes de otras carreras por las materias de tronco común.

“El doctor Salas Pizá convocó a todos los geólogos por medio de una materia llamada Introducción a la Geología y nos llevó a los cerros para hablarnos de rocas e integrarnos de alguna manera. Fuimos 51 los que ingresamos en 1978 y salimos cinco, nos decían la liga de la decencia”, comenta sonriente la egresada a la que le tocó dar las palabras de despedida en la graduación.

Además de conocimiento y distintas experiencias, la Universidad también le dio a Elizabeth Araux a su compañero de vida, pues en ella conoció a Ricardo Vega Granillo, quien también es geólogo y ahora maestro jubilado.

Estuvieron en la misma generación y menciona que hacían buen equipo de trabajo, hicieron la tesis juntos y al egresar ella se fue a trabajar a una mina a Mazatán y él comenzó su carrera como docente, a la que se le unió posteriormente.

Con él conformó la familia que también integran sus hijos, quienes ya no están en el nido. El mayor, David, estudió música en la Unison y ahora vive en Puerto Peñasco; por otro lado, su hija Tania, de 26 años, estudió la Licenciatura en Gastronomía, y en estos momentos radica en Orlando, Florida, donde realiza prácticas profesionales.

Menciona que siempre procuró dar algunas obligaciones en casa a sus hijos y que fueran independientes; en especial, dice que su hija comparte su lucha por los derechos de las mujeres.

Cuenta que el hecho de que hace años su padre abandonara a su mamá, quien siempre se dedicó al hogar y no era económicamente independiente, fue duro de ver; por eso, aunque ella tiene pareja, siempre ha tratado de ser autosuficiente y productiva.

“Yo comencé a trabajar joven y mi horario sí limitaba estar con mis hijos, pero ellos aprendieron a valorar ese trabajo, yo considero que de esa manera han reconocido que es igual mamá que papá, aunque también pueden ver que todavía las cosas no están bien equitativas.

“En el hogar ahora normalmente se ocupan los salarios de dos, antes tener una profesión implicaba una posición económica, pero en este momento hasta con doctorado batallas como profesionista”, afirma.

Parte de la familia

Después de más de tres décadas laborando en esta casa de estudios destaca que la considera su segundo hogar y donde ha estado más de la mitad de su vida; en pocas palabras, dice, es como su familia.

Platica que cuando entró a dar clases había estudiantes mayores que ella, y aunque el inicio fue complicado, porque se tiene la profesión, pero no la formación como maestro, se aprende a dar clases y a tratar a los alumnos.

“La práctica hace al maestro, y tantos años de estar impartiendo la materia te da el dominio, pero también es importante que te actualices, que vayas aprendiendo más.

Yo tengo la Licenciatura en Geología, pero después cuando tuve la oportunidad hice la Maestría en Ciencias en Geología, con especialidad en Yacimientos minerales, y no pude hacer el doctorado, es algo que me hubiera gustado, pero decidí continuar dentro de la administración, pues consideré que era más importante sacar adelante el programa”, reconoce.

Tras su evolución profesional, admite que se siente muy bien impartiendo clases, pero que siempre es motivante ver que el trabajo que hace está dando frutos y que las preguntas de los estudiantes son el desafío que tiene para seguir creciendo.

“Me quedan pendientes muchas cosas, tengo algunos libros que hemos hecho como apoyo académico para las materias, de otros proyectos de geología urbana y ya llevamos dos libros editados con el título Experiencias de la mujer en la minería sonorense, volumen I y II.

“Y recientemente me dio por escribir también un cuento infantil, que habla de temas de geología, ambiental, minería, con la intención de querer influir en especial en las niñas, para que se vean en el área de las ingenierías.

“Creo que van surgiendo cosas y estoy abierta a los nuevos retos que vengan. Me siento sumamente activa, todavía hay mucho por hacer”, afirma.