Horacio Lagarda lleva la batuta


Desde joven se enamoró del trombón y hace 36 años dirige la Banda de Música de la Universidad de Sonora

Aleyda Gutiérrez Guerrero
Desde niño Horacio Lagarda Burgos veía y escuchaba a la Banda de Música que ensayaba apenas a unos pasos de su casa; con el tiempo, siendo estudiante, se incorporó a ésta y aprendió a tocar, luego tuvo que ausentarse, pero su relación no acabó ahí… Ya más preparado y convertido en un profesional regresó para estar al frente, y con batuta en mano dirigir e impulsar a uno de los grupos representativos más destacados de la Universidad de Sonora.

“Ensayaban enfrente de mi casa, en el bulevar Luis Encinas. Cuando yo era chico siempre me tocaba escucharlos o pasar cerca. En la esquina había una casita que fue de un tío mío, porque parte de los terrenos de la Universidad pertenecieron a la familia de mi mamá, antes eran huertas, y ahí ensayaba la banda. Jamás me imaginé que sería integrante y después director”, compartió.

Se involucró directamente con la música cuando ingresó a la banda como alumno de la secundaria de la Universidad, era director el mayor Isauro Sánchez Pérez, “y precisamente en este mismo lugar estamos ubicados desde entonces”, dijo durante la entrevista realizada en el local de ensayos, ubicado en los interiores de la grada oriente del estadio Miguel Castro Servín.
“Vine y me admitió el mayor, normalmente era un año de prueba y después ingresaba uno formalmente a la banda, aquí empecé cuando tenía 14 años”, platió.

Recordó que la banda con el mayor era de tipo militar. “La banda en sí es una orquesta de instrumentos de aliento, no tiene nada que ver con las cuerdas, es la diferencia con la orquesta, y se toca mucha música de marcha, pero él incorporaba música clásica, de los grandes compositores y él mismo hacía sus arreglos, cuando entré me tocó interpretar esa música”.

Lagarda Burgos señala que los estudiantes de la secundaria y preparatoria de su época que formaban parte de los grupos representativos tenían ciertas prerrogativas, podían acreditar materias de educación artística y física, así como una buena beca, por eso había muchos aspirantes y el director tenía de dónde escoger.

Con el tiempo, al desincorporarse estos niveles educativos de la alma mater se complicó un poco más la participación, por el hecho de que los alumnos de educación superior estaban más inmersos en sus disciplinas y los aspirantes externos también ya contaban con más opciones de grupos que se crearon en otras instituciones, revela.

Una profesión de disciplina

El director informa que en la banda, junto con los principiantes, son alrededor de 32 integrantes; pero activos, tocando, suman unos 25, quienes provienen de distintas carreras y se admite además a estudiantes externos.

Antes de la pandemia por covid-19 normalmente ensayaban dos horas diarias, de lunes a viernes, y si era necesario, hasta los sábados y domingos. Muchas de sus presentaciones las realizaban los fines de semana, sobre todo si ocupaban trasladarse a otra ciudad.

A parte de los ensayos obligatorios diarios, en las tardes enseña a los principiantes y si algún otro integrante quiere, puede acudir para seguir practicando. Comenta que puede enseñar cualquiera de los instrumentos que tiene la banda entre los que están: trompetas, trombones, tubas, corno francés, clarinetes, saxofones, flautas, percusiones, batería y timbales.

“Esto es como una segunda carrera para muchos de ellos, algunos cuando terminan su preparación universitaria han seguido como músicos. Lo único que les pedimos para integrarse es que les guste la música y quieran aprender, tenemos músicos muy buenos y cumplidos, también hay otros que deciden salirse.

“Se necesita mucha disciplina para aprender a tocar un instrumento y hay quienes no pueden con una disciplina así, además del esfuerzo personal que implica trasladarse a diario para los ensayos, tienen que estar conscientes de que deben invertir tiempo y en ocasiones hasta dinero para venir”.

Para formar parte de la banda, señala, aparte de las habilidades musicales naturales, el integrante debe tener disposición para el estudio, dedicarle horas diarias al instrumento, porque tocan con partitura.

“Aparte del oído, hay que aprender a leer, solfeo, a interpretar, por eso les pongo diferentes tipos de música, para que sus antenas se abran en un momento dado, y cuando ya no estén aquí puedan ser parte de cualquier tipo de grupo, orquesta sinfónica, banda, etc., y puedan interpretar todo. Esa es mi idea, porque la banda es formativa, yo sé que no van a estar aquí mucho tiempo, pero deseo darles las herramientas para que puedan interpretar muchas cosas”.

Platica que aunque la mayoría se va a seguir su camino, hay integrantes que aunque siguieron con su carrera profesional continúan como parte de la banda.

“Tengo un alumno desde que empecé como director, fue de los primeros que entraron, tenía doce años y todavía sigue 35 años después, es un músico profesional, un ingeniero civil con maestría, y así como él hay otros que siguen, no hay límite para la participación, el que quiera y pueda sigue viniendo”.

Por otro lado, comparte que a un director tiene que gustarle la enseñanza, porque no todos los músicos tienen el carácter para hacerlo pues es difícil a veces. Se debe ser tolerante, saber integrar muchos caracteres diferentes, aunado a saberse llevar con los jóvenes.

Dice que con la agrupación a su cargo poco a poco se ha ido adaptando el tipo de música a las nuevas generaciones. “El 40 % de los temas que interpretamos son de jazz, danzones, mambos, boleros, tratando de darle una visión más amplia a los que son parte de la banda de cómo interpretar otra música”.

De ida y vuelta
Horacio Lagarda consideró convertirse en ingeniero minero metalurgista, estudió cinco semestres y formó por un tiempo parte de la primera generación de esta carrera en la Universidad de Sonora, pero la dejó convencido de que quería dedicarse a la música.

Apoyado por sus padres y lleno de ilusiones hizo maleta y partió a la Ciudad de México. Su sueño se cumplió y logró no sólo culminar la Licenciatura en Trombón en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, también estudió la Licenciatura en Jazz, en la Escuela Superior de Música perteneciente a Bellas Artes, ubicada en Coyoacán.

Tras una década en la capital del país, donde adquirió experiencia como músico al tocar en distintas orquestas y grupos, con su esposa y una hija pequeña volvió a Hermosillo.

“Cuando regresé entré a trabajar a la Banda de Música del Estado y en El Colegio de Sonora participé con la Historia de la Música en Sonora, en el libro Historia General de Sonora, también estuve en la Orquesta de Rodolfo ‘Chino’ Medina”.

Recordó que antes de irse a estudiar, Medina también fue su director un par de años en la Banda de Música de la Universidad —después del mayor Isauro Sánchez—, y al segundo año de volver, el “Chino” decide retirarse y le ofrecen a él llevar la batuta del grupo representativo de la alma mater sonorense, trabajo que ha realizado por 36 años.

Ya en la Ciudad del Sol, aprovechó que daba clases en la Universidad de Hermosillo para cursar ahí la Licenciatura en Pedagogía Musical, formación que le ha servido para enseñar a los integrantes de la agrupación.

En su carrera, además de la Banda de Música de la Universidad de Sonora, ha formado parte de muchos grupos y orquestas, ha tocado en la Banda de Música del Estado, en la Orquesta del Chino Medina; ahora, como instrumentista, también forma parte de la Orquesta Filarmónica de Sonora y de la Orquesta Típica de Sonora.

Su tiempo como músico lo divide en los ensayos y presentaciones, aunque la mayor parte del día está en el local del grupo representativo de la Universidad, en ocasiones hasta 12 horas, señala.

En la actualidad, aunque no ensayan de manera presencial, está en contacto con los integrantes de la banda a quienes manda partituras para que las estudien y los junta en partes, tanto para escucharlos como para darles retroalimentación, pero admite que es muy importante en el caso de un grupo como este, ensayar todos juntos.

No ha tocado en vivo en más de un año, desde que inició la pandemia por covid-19, y resalta que sí extraña las presentaciones, porque son una retroalimentación con la gente. “El ensayo es lo principal de la música para que lo escuche el público, pero si no hay eso directamente, es difícil, es limitante, pero se tiene que hacer, ni modo. Esperemos que no por mucho tiempo más”.

Su lugar de travesuras

Otilio Horacio Lagarda Burgos nació en Ciudad Obregón, el 11 de marzo de 1952, ahí vivió sus primeros dos años de vida. Es el penúltimo de ocho hermanos, quienes por el trabajo de su papá llegaron al mundo de manera alternada entre la capital del estado y el municipio de Cajeme.

“Mi mamá nació en Hermosillo y mi papá cerca de la sierra de Álamos, en la frontera con Chihuahua, en Milpillas. Mi padre estudió en Chapingo, en la Ciudad de México, como ingeniero agrónomo trabajó mucho tiempo en el Banco de Crédito Agrícola y Ganadero, luego Banrural, vivió en diferentes puntos de Sonora, incluso le tocó empezar el proyecto de irrigación del Valle del Yaqui”.

Al establecerse en esta ciudad, a Horacio Lagarda le tocó ver muy de cerca el crecimiento de la Universidad; y a la alma mater, a su vez, le tocó ver el del músico, pues para él como para sus hermanos y otros niños fue su lugar de travesuras.

“Desde que llegué a Hermosillo se puede decir que soy universitario, porque mis abuelos vivían enfrente y posteriormente esa fue la casa de mis papás en el también llamado bulevar Transversal. Yo cruzaba la calle para jugar, desde los tres o cuatro años. Fue mi vecino el señor Saavedra, quien fue jefe de jardines, y del otro lado de mi casa vivía don Lencho Peralta que fue guardia y velador de la Universidad, así que yo me sentía muy vinculado desde entonces.

“Por atrás de mi casa pasaba el canal de riego de la presa, ese canal también era nuestro punto de juegos, era una selva para nosotros y la Universidad llegaba hasta donde ahora está Ingeniería Civil, todo lo demás era monte, campos de beisbol, de futbol, donde eventualmente me tocó jugar, porque también fui parte del equipo de la secundaria.

“Aunque no había muchos vecinos, junto con mis hermanos y amigos que venían de más lejos también nos íbamos al Museo y Biblioteca. Sí se juntaba mucha gente por acá, porque era campo abierto”, platicó.

Estudió la primaria en el colegio Regis y cuenta que cuando le tocó ingresar a la secundaria inmediatamente quiso estar en la Universidad de Sonora, las clases se daban en donde ahora es el Departamento de Letras y Lingüística, pero casualmente ese año sacaron de las instalaciones del campus la secundaria, primero cerca del Auditorio Cívico y después por la calle Reforma, donde ahora está la Secundaria Federal número 4.

Pero ya en la preparatoria pudo estudiar en el edificio ubicado por la calle Colosio, que ahora es parte del Departamento de Matemáticas.
Como ya lo mencionó, vivió diez años en la Ciudad de México, en ese tiempo se casó con Aurora Chávez, con quien procreó a sus tres hijas: Ana, de 37 años, y las gemelas Otilia y Aurora, de 35 años, quienes ya le han dado tres nietas.

Menciona que sus hijas se han relacionado de alguna manera con la música, e incluso la mayor estuvo de los siete a los doce años en la Orquesta Juvenil Sinfónica de Sonora (Ojusson), donde tocaba el chelo.

Considera a la familia como la base de su esfuerzo, su motivación para ejercer su profesión como un ejemplo de honestidad, de trabajo limpio, artístico, porque éste siempre ha sido un poco denostado, señaló.

Se considera una persona afortunada por estar dedicado completamente a la música y por tener la oportunidad de convivir con los jóvenes, sobre todo con los estudiantes, porque con ellos se retroalimenta de vida, de conocimiento.

“Me siento con mucha suerte de haber seguido esta profesión y de tener este trabajo en la Universidad. Sigo aprendiendo, trato de desarrollar, de rescatar y dar a conocer la música de todas partes del mundo, también la regional, de alguna manera es el aporte, que yo, como Horacio Lagarda, le puedo dar a la sociedad”.

¿Cómo y cuándo decide dedicarse de lleno o de manera profesional a la música?

Fue un proceso, a lo mejor no esperaba yo ser profesional de la música; desde muy joven, desde niño escuchaba música, mi hermano estudiaba piano y en la casa ponía los discos de música clásica, música instrumental y todo el tiempo era escuchar la música de los grandes maestros, desde el principio. Después, al entrar a la Banda de Música de la Universidad, con el mayor Isauro Sánchez Pérez de director, también formaba parte de mi inquietud por la música, sin saber que algún día iba a ser el director.

El apoyo precisamente fue del mayor Isauro, porque él nos dio muchas enseñanzas de vida y a amar la música con pasión y con mucha disciplina. Después, ya cuando decidí entrar a la escuela de música en la Ciudad de México para estudiarla como carrera, empecé a trabajar para pagarme mis gastos en distintos grupos musicales y también estuve en la orquesta sinfónica de la escuela. Al regresar a Hermosillo pensé en dedicarme a ser instrumentista, pero se me dio la oportunidad de ingresar como director de la banda, algo que no me esperaba, las cosas se me fueron dando.

De todos los instrumentos posibles ¿por qué el trombón?

Al entrar a la banda el mayor era el que decidía qué instrumento íbamos a estudiar, dependiendo de lo que necesitara en la banda, originalmente empecé con barítono bombardino, que se le decía también bajo chico, ya después de uno o dos años que se salieron los que estaban tocando trombón me cambió de instrumento, me quitó del bajo chico y me dio el trombón para que lo conociera, para que lo estudiara, para que perteneciera a la banda también y me enamoré de él y esa fue mi carrera, soy trombonista.

¿Cómo siente y vive cada una de sus facetas, la de instrumentista y la de director?

Para ser director es necesario ser también instrumentista; como dicen, el que quiere mandar debe saber también que lo manden, aprender a recibir órdenes. El instrumento te da la disciplina de seguir a alguien, eso es muy formativo para poder ser director, para ser el que va a decidir cómo se va a interpretar alguna pieza.

Tocar el instrumento es algo necesario, es parte del oxígeno del músico, como instrumentista uno tiene que estar practicando el instrumento, pero como director la orquesta, la banda o el pequeño grupo que se encabeza es como otro instrumento, también está la disciplina del estudio hay que saber dirigir para poder conectar con los elementos, transmitirles la idea y la pasión.

¿Qué representó para usted convertirse en el director de la Banda de Música de la Universidad?

Fue un gran honor que me hayan invitado y un paquete tremendo, en ese momento dije, bueno, no me lo esperaba, a ver si puedo, porque la banda ha tenido grandes directores como el mayor Isauro Sánchez Pérez; posteriormente, Rodolfo Medina, y sí fue un reto muy grande, pero también un gran honor y un orgullo poder continuar con el legado de la banda de música de la Universidad.Es llevar la bandera de la institución, entonces tiene uno que representarla dignamente.

Cuando está en un escenario y tiene a todos los integrantes ahí para que los dirija ¿qué siente?

Muchos nervios, los nervios nunca se quitan, se va uno acostumbrando a manejarlos, sobre todo ante el público y ante los mismos elementos que están esperando a que uno empiece a dirigir todo lo que se ha ensayado; pero a la vez, es un disfrute, es disfrutar ese momento, la música es el momento, no hay antes ni después. Antes, el trabajo verdadero está en el ensayo diario, en ir moldeando la música que se está estudiando y disfrutarlo al momento en que ya se está interpretando ante el público, echar a andar y ahí está el trabajo.

¿Qué representa la batuta?

La batuta es la extensión del cuerpo, es algo representativo de la dirección, representa para el director y para los integrantes el centro de atención de cómo se va a hacer la interpretación de una obra; es simbólico, más que nada, podría decirse que representa el bastón de mando de una orquesta.

Es orden, es una disciplina, sobre todo en cuestión del tiempo, que es primordial para la música, al igual que el ritmo y el matiz, todo lo estás representando a través de la batuta.

Se puede dirigir con cualquier cosa, no necesariamente con la batuta, muchas veces con las mismas manos, pero con la batuta es más visible, sobre todo cuando es una agrupación grande, sirve para que todos la puedan ver y seguir más coordinadamente la música.

Cuáles son los retos y satisfacciones que hay como músico

Entre los retos hay uno muy fundamental, que es la comprensión de la sociedad de la necesidad de la música como parte integral de la educación y de la convivencia. La música ha sido últimamente soslayada, como que no es muy indispensable, por eso debemos dar a entender a todos que forma parte primordial del ser humano.

Está también la falta de posibilidades de interpretar la música libremente, sin la necesidad de mantenerse de otra cosa, que es muy socorrido. Un músico, además de estudiar y practicar la música, se tiene que dedicar a otra cosa para poder subsistir, es algo muy problemático.

Y por otro lado, yo cada vez soy más fan de la música, soy de conocer formas modernas, las tradicionales también, es muy grande todo el terreno musical, y entre las mayores satisfacciones que me da la música es ver cuando la gente se emociona, que siente lo que estamos haciendo.

¿Cómo se siente al estar arriba como director y abajo del escenario, como espectador?

Cuando soy espectador o cuando soy escucha es muy agradable. También es otro mundo cuando uno está arriba, frente al público y aunque los dos son complementarios, si no hay público, no hay la retroalimentación que existe al estar interpretando y al saber que la gente lo está escuchando. Cuando formo parte de esa gente como público yo siento una comunicación con los que están ejecutando, no se puede separar.

Como maestro de los integrantes de la banda de música, aparte del conocimiento musical qué le gusta compartirles.

Los valores la disciplina, el compromiso con los demás; incluso el cuidado del instrumento es una parte fundamental, limpiarlo, arreglarlo, como si fuera parte de él, eso se refleja posteriormente en los demás actos de la vida. Son una serie de valores que en un momento dado los aprendí de mis maestros.

Enseñar a los que forman parte de la banda es un pequeño granito de arena, porque además de lo que están dejando sus carreras, que no son necesariamente artísticas, está uno contribuyendo a que tengan un pensamiento más universal a través del humanismo que conllevan las artes y que son un complemento.

La Universidad de Sonora

Yo siento mucho orgullo ser parte de la Universidad, después de mi familia de sangre la Universidad es mi otra familia. Yo aquí crecí, desde niño he visto su transformación, como se ve en una familia cuando crece, se desarrolla, incluso empiezan a hacer sus propios núcleos familiares. Me han tocado muchos cambios y como parte de una familia hay momentos difíciles, pero también hay momentos muy alegres.