Ana Paula Espinoza Pavlovich: voz que nació en casa y encontró un lugar en el mundo

Por: Elías Quijada

La historia de Ana Paula Espinoza Pavlovich comienza en Hermosillo, Sonora, donde nació y creció como la menor de tres hermanos, hija de Francisco Javier Espinoza Ramírez y Gloria Patricia Pavlovich Urquidi.

En su hogar no había músicos de profesión, pero siempre existió un ambiente cargado de melodías y ritmos que marcaron su infancia al recordar que cada mañana su papá elegía la música con la que despertaría a la familia, ya fuera Alejandro Sanz, tangos, mariachi, boleros o banda.

“Mi papá me arrullaba con música desde niña y creo que ahí empezó a sembrarse en mí una sensibilidad que después encontré en el canto”, dice con orgullo la joven universitaria.

Su acercamiento formal a la música se dio a los 15 años, cuando ingresó a los Talleres Libres de la Universidad de Sonora; al principio solo buscaba aprender a cantar, un deseo que la acompañaba desde pequeña, pero, sin darse cuenta, esos primeros ejercicios vocales se convirtieron en el inicio de un camino que la llevaría a descubrir la ópera y, con ella, una forma de expresión que le dio sentido a su vida.

“Nunca pensé que iba a enamorarme de la música clásica, pero aquí, en la Universidad, se abrió esa puerta para mí”, confesó.

A los 17 años, tomó la decisión de profesionalizar su pasión e ingresó a la Licenciatura en Música en el Departamento de Bellas Artes, y fue ahí donde comenzó a comprender la importancia de la técnica, la teoría, la historia y todos los elementos que forman a un músico integral.

Desde entonces, el canto dejó de ser un pasatiempo para convertirse en una vocación.

Su trayectoria ha estado marcada por escenarios que le han permitido crecer y aprender. Por ejemplo, ha cantado en la Noche de Gala de la Universidad de Sonora en el Festival Alfonso Ortiz Tirado, en el Teatro Emiliana de Zubeldía, en el Salón de Usos Múltiples (SUM) de su licenciatura, así como en foros importantes en nuestro país en la Ciudad de México y San Miguel de Allende, y otras naciones como Brasil y Costa Rica.

Los concursos han sido parte importante de su formación, pues la primera vez que audicionó fue en San Miguel de Allende, donde no fue seleccionada, pero ese “no” se convirtió en impulso y dos años después, en 2025, regresó y no sólo fue invitada especial, sino que además obtuvo una beca económica, siendo parte de un hecho histórico en un certamen con más de 16 años de trayectoria.

Ana Paula recuerda con emoción su participación en la vigésima segunda edición del Concurso María Callas, en Brasil, donde llegó a la final en 2024; el Concurso Orfeo, en Costa Rica, donde alcanzó la semifinal ese mismo año; y el Concurso Carlos Morelli, el más importante de ópera en México, donde ha logrado llegar hasta la etapa semifinal en la Sala Manuel M. Ponce en el Palacio de Bellas Artes.

“Más que los premios, lo que me mueve es el aprendizaje. Cada concurso me enseña algo distinto, me reta y me conecta con otros cantantes que comparten esta misma pasión; somos como atletas de alto rendimiento porque tenemos que cuidar la alimentación, el ejercicio, la mente y el cuerpo, porque todo eso se refleja en la voz”, reflexionó.

Aunque la ópera es su gran pasión, se reconoce como una artista versátil que disfruta de muchos géneros porque le gusta cantar boleros, baladas y mariachi, y en cada uno encuentra una forma distinta de expresar emociones.

Su fortaleza es el carisma y por eso en los concursos es común que le asignen repertorios más juguetones y coquetos, que es con los que más puede conectar con el público.

Este año fue seleccionada como becaria del México Opera Studio (MOS), en Monterrey, Nuevo León, un programa que prepara a jóvenes cantantes para competir en escenarios internacionales, una oportunidad que representa un paso más hacia su sueño de mostrarse en teatros europeos y compartir escenario con referentes como Anna Netrebko, Rolando Villazón o Javier Camarena.

“Me cuesta pensar en metas muy grandes, pero lo hago paso a paso. Alguna vez pensé que entrar a la licenciatura era inalcanzable y cuando lo logré, entendí que lo imposible también se puede alcanzar”, aseguró.

En su filosofía de vida, la acción tiene un papel central, pues Ana Paula cree que la única manera de aprender es intentarlo, y siempre ha pensado que la mejor forma de hacer algo es simplemente hacerlo. Si sale bien o mal, se aprende. Y esa es su forma de avanzar.

La Universidad de Sonora ha sido un segundo hogar y el pilar más importante en su formación porque ha encontrado en sus maestros, especialmente en Flor Herrera y Héctor Acosta, guías que la han acompañado no sólo en lo académico, sino en lo humano.

“Ellos me han enseñado que ser cantante no es únicamente dominar la técnica, sino también ser una persona sensible y cercana a la sociedad, porque si no hay conexión con los demás, el arte pierde su sentido”, comentó.

Aunque reconoce que en Hermosillo y en Sonora aún es un reto dedicarse a la ópera debido a que no existe un público tan amplio para este género, también cree que cada vez hay más interés y apertura, y eso la motiva a seguir adelante, porque sabe que con cada presentación acerca un poco más la ópera a la gente.

Entre sus referentes artísticos está Natalie Dessay, soprano francesa. Pero también tiene espacio para otros géneros con intérpretes como Mon Laferte, Javier Camarena y Carin León, a quienes admira por distintas razones.

No tiene una canción favorita, pero sí la certeza de que la música es indispensable en su vida.

“Sin la música, la vida sería aburrida. No me imagino un mundo sin ella ni sin las personas cercanas a mí que forman parte de este universo”, expresó.

Hoy, Ana Paula Espinoza Pavlovich se proyecta como una de las voces jóvenes más prometedoras de la Universidad de Sonora y su historia está hecha de disciplina, constancia, aprendizajes y una sensibilidad que transforma en canto.

Y aunque su meta está en los grandes escenarios del mundo, no olvida que todo comenzó en su hogar, en Hermosillo, con las canciones que su padre ponía cada mañana y que, sin saberlo, le abrieron el camino para convertirse en artista.