Cuando un ciclo se cierra, otro se abre: Fin, es hora de bajar el telón

23 de mayo de 2019


Armando Zamora

Cuando el filósofo griego Empédocles de Agrigento hablaba del ser y de la realidad, los consideraba como una mezcla de cuatro elementos o raíces: aire, agua, fuego y tierra, que son indestructibles, existen desde siempre y para siempre. Son eternos.

Empédocles sostenía que todo cuanto hay en el universo se ha formado a partir de la combinación de estas cuatro sustancias elementales, y como las proporciones en que pueden combinarse son múltiples, múltiples son también los resultados de tales mezclas, por eso existe una diversidad de cosas en el mundo. Cada mezcla, pues, es un ciclo que empieza en un punto y termina en otro, y el punto final es el inicio inmediato del siguiente.

La vida es una secuencia de ciclos que marcan las etapas de nuestro camino”, dice la consultora Helena López-Casares, de tal forma que constantemente estamos abriendo y cerrando etapas, sin que necesariamente el cierre sea algo negativo, porque es costumbre general asociar los fin de ciclo con la idea de ruptura con el pasado. Y no es así.

Viene esta reflexión a propósito de las funciones de graduación que están ofreciendo los alumnos del octavo semestre la Licenciatura en Artes Escénicas, opción Danza Contemporánea, quienes bajo la dirección del docente, bailarín y coreógrafo Emmanuel Pacheco, titular de la materia Laboratorio de Producción II, han montado la obra Una foto con mucha luz, un silencio duradero o un tema estruendoso con clima de Fin, que en definitiva es un cierre de ciclo y el inicio inmediato de otro: de la búsqueda de sí mismos como profesionales de la danza.

La función está basada en el Ensayo No. 3, de André Felipe, de la compilación Ensayos para el fin del mundo. Ahí, el artista brasileño engloba “todas las palabras del mundo al mismo tiempo, todas las imágenes del mundo al mismo tiempo, todas las verdades del mundo al mismo tiempo, la imposibilidad de distinguir en qué punto una empieza y la otra termina”.

La función en sí misma es una fiesta que, de acuerdo al autor del ensayo, “fue planeada para no tener fin, no hasta que el fin llegue realmente. Ellos, nosotros, decidieron que esa sería la mejor salida, una revuelta a contrapelo: a pesar (y por causa) de todos los... pesares. Festejar con exagero hasta no poder más, y que todo lo que es feo y destructivo aparezca aún más, salte a los ojos, en contraste con la felicidad límpida, plácida, fúlgida. Ellos, nosotros, decidimos por voluntad propia o por locura que viviríamos el fin así, bailando”. No podía ser de otra manera.

Uno puede ver en el escenario a 16 jóvenes siendo ellos mismos y siendo personajes que rebasan al bailarín en una explosión multicolor que lleva al espectador del asombro al silencio, de la angustia al deseo, de la paz al llanto enmarcado en decenas de fotografías pegadas en un muro que soporta el oleaje y el vaivén de los pasos y las risas y el lento mecerse en mitad del escenario, como hoja seca al pairo en las aguas de la vida, porque los bailarines son “todas las imágenes del mundo al mismo tiempo, la ausencia de fondo, de frontera, de sentido, una pesadilla de palabras e imágenes que sólo se chocan, se acumulan, la falta de espacio, la imposibilidad de pensamiento, de síntesis, de respiración”, asienta André.

Una generación que se despide, pero que no se va

En octubre de 2015 tuve la oportunidad de asistir a la primera clase abierta que ofreció la generación 2015-2019, que hoy se despide. En aquella ocasión escribí: “Si Julio Cortázar en su libro Historias de Cronopios y de Famas ofreció Instrucciones para subir una escalera —que para cualquiera resultaría una práctica obvia, aunque no lo sea tanto—, al ver a los alumnos de primer semestre de Artes Escénicas en esta clase abierta, uno entiende que caminar en línea recta sin desviar la mirada, saltar y hacer movimientos aparentemente sencillos requiere de horas de entrenamiento y de esfuerzo. Mucho esfuerzo”.

Al detallar los trabajos y los avances que tuvieron los alumnos en apenas dos meses de clases, la profesora Luisa Castro dijo: “Veo que este grupo está muy enfocado en lo que quiere, y eso les va a ayudar a alcanzar sus metas”. Puedo asegurar que la docente acertó en su señalamiento de aquel día.

Aquella nota terminó: “Aunque todavía no hay una palabra para definir propiamente la mezcla de la emoción y la ternura, los estudiantes de nuevo ingreso a la carrera de Artes Escénicas empezaron a acuñarla en su primera clase abierta. Bien por ellos. . . y por nosotros”.

Fui un privilegiado al seguir paso a paso a esta generación, de verla crecer y madurar, y constaté lo que alguna mañana me dijera el profesor Luis Enrique García en el vestíbulo del Departamento de Bellas Artes: “Los estudiantes de artes son los más progresistas de la Universidad porque su límite son ellos mismos, y para ejercer su disciplina no necesitan nada más que su cuerpo, el movimiento, la voz…” Cuánta razón tuvo esa mañana el escritor. Cuánta razón sigue teniendo.

El pintor y escultor español Antonio López dijo alguna vez que “El arte es testimonio de lo que el mundo es, tampoco está para salvar el mundo: alerta al hombre de por dónde van las cosas”. Carl Jung lo dijo a su manera: “El arte es eso que nos va a salvar de la barbarie”. “Salvar, este verbo bendito”, dice André Felipe en su ensayo. Salvarnos cada día: es lo que hacen los artistas que la Universidad de Sonora prepara para que no olvidemos qué somos, cómo somos y qué queremos ser.

Esta será la última entrega para el colectivo de esta generación que aunque hoy se despide jamás se irá, porque un universitario nunca deja de serlo. Ustedes nos han enseñado que el arte, la danza en particular, es un lenguaje universal que rompe fronteras y cualquier rincón del mundo, incluso el que habitamos, es el lugar ideal para destacar y decir con esa energía que demuestran en el escenario: ¡Somos búhos, volamos alto!

Gracias por todo, Abraham Mitre, Alexa Castillo, Ana Luisa Beltrán, Ana Sofía Rodríguez, Arlyn Zamora Ruiz, Brenda Nickole, Carlos Murguía, Cecilia Escalante, Claudia Paola, Julia Candiani, Karla Granillo, Katur Bejarano, Melissa Encinas, Melissa Palacios García, Paulina Rodríguez Beyliss y Ramsés Carranco Sánchez, y en la distancia, gracias también a Abril Núñez, Aura Domínguez, Daniela López, Edmy Borbón y María Aguirre, graduantes de esta generación.

La temporada de Una foto con mucha luz, un silencio duradero o un tema estruendoso con clima de Fin inició el martes 21 y terminará el sábado 25 de mayo 2019. Las funciones se realizan en el Foro Bellas Artes, en punto de las 19:00 horas. La admisión general es de 60 pesos, y para estudiantes y tercera edad, 30 pesos. Acredita Culturest. Está usted cordialmente invitado a disfrutar de esta última función de la generación 2015-2019 de Artes Escénicas, opción Danza Contemporánea. No se la pierda.